El 17 de noviembre prometía emociones fuertes dada la situación en la que nos encontramos. Estaba convencido de que habrían grandes disturbios que al final no se produjeron. Evidentemente, la fecha no pasó desapercibida para los grupos de extrema izquierda que, tanto en Salónica como en Atenas, provocaron algunos episodios. Como lamentablemente estamos acostumbrados a estas cosas, lo del otro día nos pareció poco. Además, esta vez el despliegue de la policía fue numerosísimo y estuvo controlando, desde primera hora de la mañana, los puntos estratégicos de ambas ciudades. Imagino que el nuevo gobierno no está dispuesto a tolerar según qué cosas a estas alturas de la película.
Mi primer 17N fue mucho más entretenido. Estudiaba griego moderno en la universidad y apenas llevaba tres meses en la ciudad, con lo que iba bastante perdido. Entendía más bien poco. Ni el idioma ni las costumbres. Coincidió con la última época de Karamanlis y con la muerte de un chico a manos de un policía.
El 17N se conmemora la entrada del ejército en la ocupada universidad de Atenas. Sucedió en 1973 y el jueves se cumplió el 38 aniversario.
Una junta de militares había llegado al poder tras un golpe de estado en 1967 y había abolido la monarquía. Kosntantinos fracasó en su intento de recuperar el trono y tuvo que exiliarse. Lo mismo hicieron políticos de partidos que no comulgaban con el régimen.
La historia de Grecia es la historia de la lucha por el poder. Después de la II Guerra Mundial, cuando los nazis ya han sido derrotados, se produce la Guerra Civil. Simpatizantes de la ultraderecha, muchos de ellos colaboracionistas durante la ocupación, contra la extrema izquierda, “contaminada” de las ideas de la URSS. Podríamos incluir todos estos hechos en el marco de la Guerra Fría. Los Estados Unidos apoyaron el golpe porque querían evitar a toda costa la llegada de los comunistas al poder.
Las manifestaciones contra el régimen fueron en aumento. Los alumnos ocuparon la facultad de derecho y después la politécnica. Crearon su propia radio interuniversitaria donde se lanzaban consignas contra la dictadura y se ponía música de artistas del momento. La canción protesta, similar a la española del final del franquismo, se convirtió en un fenómeno de masas y de unión. No sé hasta que punto influenció en los estudiantes griegos la ola de cambio que se vivía en Europa en aquel momento (el mayo francés del 68, las protestas en España contra la dictadura…). Representantes estudiantiles fueron detenidos y torturados. Nadie estaba dispuesto a soportar más recortes. La situación era insostenible.
Papadopoulos, buscando un golpe de efecto, movilizó tropas para ocupar Chipre en su totalidad. Quizás un objetivo común y “patriótico” conseguiría la unión de los griegos y el reconocimiento que necesitaba. Tenía muy presente lo que había sucedido con Metaxas, cuando consiguió que tanto la izquierda como la derecha se juntasen para luchar contra los italianos. Pero los tiempos habían cambiado y la cuestión chipriota nada tenía que ver con la II guerra Mundial.
Todo se precipitó en pocos días. La noche del 17 de noviembre los militares recibieron la orden de entrar en la universidad y de abrir fuego. Al parecer, también la policía entró en el campus y empezó “la carnicería”. La imagen del tanque aplastando la valla daría la vuelta al mundo años después. Fue captada sin permiso de las autoridades, que habían prohibido cualquier tipo de grabación o fotografía. El tanque solito ya se cargó a unos cuantos manifestantes que protestaban junto a la valla. Fueron aplastados sin piedad.
Es extraño como tras tantos años no está claro todavía el número concreto de víctimas. La mayoría murieron en el campus, aunque bien podrían haber sido asesinados también algunos fuera, cuando intentaban escapar. El régimen silenció la masacre, claro, aunque a la postre iba a suponer el fin de la dictadura.
Tal como está la situación en Grecia, estos días no hemos estado exentos de comparaciones. Cuando meten el micro a la gente, ésta no duda: “estamos peor que entonces”. Tampoco extraña oír cosas como “los que nos gobiernan son también una Junta”.
Establecer paralelismos entre ambas situaciones se hace inevitable, aunque nada tiene que ver una época de cruda dictadura con una de plena democracia. ¿O sí?
Tanto en 1973 como ahora, los estudiantes de las universidades y los partidos de izquierda son los que promueven todas las protestas. ¿Y cómo lo hacen? No es nada extraño salir a dar un paseo y encontrarte a un pequeño grupo de indignados o de miembros del P.A.M.E. (sindicato de trabajadores) poniendo música de entonces y proclamando el “basta de capitalistas”. Evidentemente, no hacen otra cosa que reclamar más derechos para los trabajadores, menos cargas para las familias, etcétera. De fondo se oyen canciones de Mikis Theodorakis o cualquier otro.
Hace 38 años una ola de cambio político recorría Europa, igual que ahora. La crisis conduce al cambio, de eso no hay duda.
38 años después de que la ultraderecha de los militares cometiera las salvajada, el LAOS, partido ortodoxo y simpatizante de la ultraderecha, ha entrado en el gobierno. Al líder del partido no le duelen prendas en reconocer que había cosas del régimen que le parecían bien.
La embajada americana de Atenas sigue siendo el blanco de las iras y el lugar donde siempre terminan las protestas. También en Salónica lanzan “proyectiles” en el consulado. En este sentido, no ha cambiado nada porque los comunistas (KKE) siguen viendo a Estados Unidos como “el enemigo“.
Lo más triste de todo esto, dice la gente, es que los que ahora gobiernan son “la generación de la Politécnica“, porque muchos de ellos estaban estudiando en la universidad en el 73. Y parece que no hayan aprendido nada. El poder corrompe.
Recuerdo el 18N de 2008 como si fuese ayer. Las escaleras de la universidad huérfanas de piedras, la parada del autobús pintarrajeada y sus cristales por el suelo, containers todavía humeantes, pancartas, la puerta de la clase destrozada, etcétera. ¿De dónde salía tanta violencia?
Cambiando de tercio y volviendo a la comedia griega que estamos viviendo, la Troika pide garantías “por escrito” de que Grecia cumplirá sus compromisos. Giorgos Samarás, jefe de la oposición pero con un par de ministerios a cargo de su partido, pone pegas. Seguimos haciendo el ridículo. Papadimos presiona pero de momento nada.