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viernes, 22 de febrero de 2013

Chalkidikí (II). Sithonia: un buen lugar para escaparse.


Escribí hace más de un año sobre la primera pata de Chalkidikí aquí y sobre la isla de Amoullaní, que está en la tercera pata, aquí.

La península de Sithonia es la segunda pata de Chalkidikí. Mucho menos masificada que la primera, es mucho más atractiva para el turista si lo que se busca es tranquilidad y playas más salvajes. Sin embargo, recomiendo a los viajantes que no se encanten puesto que el cemento amenaza con ocuparlo todo. Para ver la península en su totalidad se recomienda un mínimo de una semana o incluso más. El coche es obligatorio y la posibilidad de alquilar alguna barca tiene que ser considerada, porque facilita el acceso a algunas de las playas.


Dos recomendaciones antes de entrar de lleno en la faena:
  • Chalkidikí es una zona puramente costera. Hay poquitos pueblos pintorescos aunque diría que son mejores los de la primera pata, Kassandra. Sithonia es más de sol, playa, apartamento, arena y paz.

  • Sithonia se disfruta en verano, pero hay que tener mucho cuidado con el sol. El calor puede llegar a ser excesivo y por eso recomendaría no viajar en agosto.
Desde Salónica a Sithonia hay una hora y media en coche más o menos, dependiendo del tráfico y de posibles despistes. Solamente hay una carretera desde la gran ciudad pero es fácil perderse por lo mal señaladas que están las direcciones. Casi sin darse cuenta uno puede acabar en Potidea o dentro de la primera pata porque el cruce es complicado de ver la primera vez.

 

Hay varias opciones para quedarse en la zona, aunque esta vez elegimos la costa este, concretamente en un lugar llamado Vourbouroú. En realidad no es ni siquiera un pueblo, sinó más bien una urbanización que vive del turismo familiar. Es una zona bastante tranquila en comparación con otros lugares dobde los grandes hoteles se llenan cerca de Nikití. Para llegar allí hay que desviarse después de Nikití y seguir las indicaciones, con cuidado de no pasarse porque hay que coger una carretera secundaria desde la principal que continúa hacia el sur.

 

En la semana aproximada que estuve tuve la oportunidad de ver gran parte de Sithonia, aunque me faltó la punta de abajo, donde destaca Porto Koufo y las playas/pueblos de Kalamitsi y Toroni. Calculo que entre unos 20 y 30 kilómetros de costa. Debemos tener en cuenta que en un día podría hacerse la vuelta entera a la península sin problemas, pese a que por momentos la carretera deja bastante que desear.

Cualquier lugar es bueno como centro de operaciones, en la costa este Vourbouroú o Sarti, más al sur, o en la oeste Neos Marmarás, justo en el centro. No importa porque las distancias son cortas y la sensación de estar en una isla salvaje es grande, con lo que cualquier rincón puede ser un objetivo. Son pocas las playas en las que hay olas y por eso apenas hay zonas de costa abruptas. El Egeo es una enorme piscina.

 

La playa de Karydi es una de las más conocidas de Chalkidikí y se encuentra en el mismo Vourbouroú. Destaca su arena casi blanca, sus rocas redondas y sus pinos. Ideal para los niños porque la temperatura del agua es buena y no hay olas ni corriente alguna. Mantiene todavía su belleza natural a pesar de estar siempre llena de turistas. Recomiendo ir a las seis o a las siete de la tarde, cuando el sol baja.

En la misma urbanización pero más allá de Karydi siguiendo la carretera, entraremos en otra urbanización que según tengo entendido pertenece a la Universidad de Salónica. Allí hay otra playa, creo que oficiosamente llamada “de los profesores”, mucho menos transitada aunque no tan buena como la anterior. Sopla el aire porque es una zona abierta y hay piedras traicioneras al entrar al agua.

 

La oferta gastronómica en Vourbouroú no es muy amplia y apenas hay una pizzería y alguna taberna. Las familias que veranean allí suelen comprar en el supermercado y cocinar en el apartamento, que además goza de jardín comunitario a veces con vistas al mar.

Cualquier punto de la geografía costera es accesible al mar, con lo que uno puede meterse al agua desde el bar, el hotel o la playa. Las costa es infinita y está llena de barcas amarradas frente a los hoteles, que pertenecen o están alquiladas por los clientes. Durante el día o la tarde suelen embarcar y marcharse a recorrer mundo. Uno tiene la sensación de poder llegar en barquita hasta el Monte Athos, que se divisa imponente desde muchos lugares de la franja. Harían bien en no precipitarse, porque está bastante más lejos de lo que parece.


Para ello hay que coger el barco en el pueblo de Ormos Panagias, a escasos quince kilómetros de Vourbouroú y unos diez de Nikití. Nos cobraron veinte euros por cabeza y la travesía fue larga. Las agencias que te venden los billetes tienen lugar de párking para dejar el coche. Coger una de esas barcazas decoradas a la vieja usanza se agradece y rompe la rutina de tanta playa y tanta arena. Desde el puerto las embarcaciones cogen la diagonal hacia el sur en busca de la punta de abajo de la tercera pata. Uno se da cuenta entonces de que la distancia entre “las pinzas” es notable. Una vez que se llega a la parte sur de Agios Oros, el barco gira y remonta la costa oeste en dirección a Ouranópolis. Por el megáfono van anunciando los monasterios que van pasando por delante de nuestros ojos. El barco se inclina ligeramente porque todos los tripulantes empiezan a tirar fotos desde el mismo lado. Porque aunque en la urbanización de Vourbouroú se vea poca gente, al “crucero” se apunta todo el mundo, incluyendo turistas llegados desde el otro lado en autobús. Merece la pena y es una de las pocas opciones que tienen las mujeres para ver de cerca Agios Oros -recordemos que tienen prohibido el acceso-.


Tras comer en Ouranópolis, pueblo más cercano a la entrada de la tercera península, el barco regresa ofreciendo todo tipo de atracciones para el viajero. Hay música, baile y algún pirata que nos hace la vuelta más amena. Se agradece porque el viaje en sí es un poco monótono. Como también se agradece el poderte bañar en el mar tan cerca de la habitación. Cada tarde, antes de la cena, remojón agradabilísimo.


La costa oeste hasta Porto Carrás ya la conocía. En el cuello de la botella y no todavía dentro de la poenínsula propiamente dicha está el pueblo de Nikití, con sus playas, sus hoteles y sus construcciones. Ha crecido y seguirá haciéndolo gracias o por culpa de su privilegiada situación estratégica, zona de paso hacia la tercera pata y cruce de caminos entre las dos carreteras. Hay hoteles de categoría y playas infestadas de gente hasta donde llegan incluso bañistas de Salónica. Domingueros pura cepa.

 

Playas de notable belleza como Kaolgraia, el Paraíso o la de los Olivos bien merecen un baño, aunque yo elegí de nuevo la de Agios Ioannis, bastante cerca de Neos Marmarás. Tranquila, ancha, grande y con amplia zona de párking hará las delicias de los bañistas “piscineros”. Es una infinita piscina también.


Neos Marmarás conserva parte de su belleza natural en la zona del puerto, donde hay tiendas y tabernas encantadoras. Es considerada la capital de Sithonia y prácticamente la última localidad con ciertas infraestructuras hasta Toroni o Porto Koufos. Poco después del pueblo se encuentra el puerto privado de Porto Carrás, donde hay hoteles de lujo, playas privadas, campos de golf, casino, etcétera. Yates, catamaranes y veleros que pertenecen a rusos, búlgaros o serbios adinerados duermen allí todas las noches. Desde luego, allí de todo menos crisis. Me queda por visitar la zona sur de Porto Carrás, una de las más bellas, aunque espero poder hacer alguna incursión dentro de poco.


De nuevo en la costa este de Vourbouroú merece la pena seguir hacia el sur para bañarse en Armenitsi, en Sarti o en Skala Sikiás. Sin olvidar la playa salvaje de Kabourotripes, entre Sarti y Armenitsi, de difícil acceso y que apenas tiene arena junto al agua. Apenas un beach bar abarrotado que ha inundado de tumbonas el rincón. O te apalancas en las rocas o te calzas los zapatos de agua y bajas directamente al mar desde el coche. Uno de los tesoros de Grecia bañado por aguas cristalinas y rodeado de rocas redondas de formas oníricas. Aunque para variar no está bien señalada en la carretera, sería imperdonable no bajar a verla. Lo peor es que los hippies se han ido adueñando de rinconcitos y no los abandonan en todo el verano. Se ven tiendas de esas de motañeros.


Como está todo mal señalado, es casi imposible no saltarse alguna playa de las muchas que hay, por eso a veces pienso que sería mejor tener una barca e ir haciendo paradas. Sarti es un bonito pueblo que está casi a dos horas de Salónica y que merece la pena. Hay buena oferta lúdica de restaurantes y cafeterías, así como mercado barato de alguiler que no dudan en aprovechar los jóvenes. La playa es espectacularmente grande, aunque en seguida te hundes. El agua está más fresca y sopla el aire ligeramente porque cada vez nos vamos acercando al sur. El Monte Athos parece que lo puedas tocar. Hay turistas y posee vida.

Si lo que se quiere es más tranquilidad, conviene conducir diez minutos más hasta Skala Sikiás. El pueblo Sikiás que está en el interior no vale nada, así que directamente iremos a la costa. Se come bien y el agua está estupenda. Además, es tan grande que uno parece que esté solo. Muy recomendable porque no está nada masificado.

Como se ve, una península básicamente veraniega donde todo está relacionado con el mar y la costa. Quizás el único pueblo un poco alejado de ésto sea Agios Nikolaos, que se halla en dirección a Ouranópolis por la carretera. Un lugar en el que vive gente durante el invierno, para entendernos. Los otros prácticamente mueren con el final del verano para resucitar nueve o diez meses después.

 

viernes, 15 de febrero de 2013

¿Existe el periodismo independiente en Grecia?

 

Son pocos los periodistas en Grecia que se atreven a tocar temas delicados o a investigar casos de corrupción. Es más, el sistema está tan podrido que incluso algunos periodistas están a sueldo de los partidos. No descubro nada, lo sé. La relación periodista-político se ha convertido en una relación entre colegas. Políticos de primera fila y periodistas de los que peinan canas se conocen desde hace más de treinta años y claro, tuteo bochornoso, masajes relajantes y poca mordedura. Cuando un político va a la tele -muchas veces, “su tele”- se limita a exponer su versión de la situación. Si se produce alguna pregunta incómoda se defiende atacando a los políticos rivales y así evita contestar.

Muchos me dirán que quién soy yo para juzgar el trabajo de periodistas que llevan más de treinta años en la profesión, pero es que me llama la atención que haya ciertos rostros “intocables” que se limiten a “abanicar” a los farsantes. Que conste que no estoy diciendo que tengan que ponerse la máscara antigás y bajar a la calle, pero lo que si exijo es profesionalidad e imparcialidad. Que no se posicionen si no quieren, pero que por lo menos informen.

Visto lo visto, a nadie le extraña a estas alturas que haya nombres de periodistas en la famosa Lista Lagarde. ¿Qué credibilidad puede tener un periodista que tiene cuentas en Suiza, hijos matriculados en universidades americanas o pisos de lujo en algunas de las principales capitales europeas? ¿Cómo tienen la cara de denunciar la práctica del “sobrecito” cuando estoy seguro de que ha sido algo habitual en el periodismo durante muchos años? No se trata de ser de izquierdas o de derechas, sino de ser consecuente con la profesión y con lo que con tanta ostentación proclaman. Hace tanto tiempo que dura la comedia que muchos han decidido apagar la tele y no creerse nada de lo que dicen los grandes canales. A los pobres jubilados, sin embargo, los tienen hipnotizados.
Por suerte, Internet se ha llenado de páginas “no sometidas” que denuncian con libertad lo que realmente pasa. Algunos de los escándalos que han ido saliendo a la luz los han destapado periodistas independientes que tienen su propia publicación. También hay canales locales de televisión que se atreven a tocar ciertos temas que serían censurados en los nacionales.

¿A quién debemos creernos?

A nadie. El corporativismo y los grupos de poder son semejantes a los españoles, así que ya sabe uno a lo que se atiene si pone un canal u otro, o si compra un periódico u otro.

Los programas sobre política que hacen por la mañana -casi idénticos en todos los canales- se han convertido en tertulias de café que no llevan a ninguna parte. Los únicos que hacen algo de periodismo son los pobres reporteros a los que se les da paso unos cinco minutos cada mañana. ¿Qué diablos hacen cada mañana los mismos diputados que el día anterior contándonos los mismos cuentos e insultándose los unos a los otros con el único fin de ganarse el derecho a volver?

El formato es prácticamente igual en varios programas, con varias ventanas en la pantalla por las que asoman los tertulianos. Nunca invitan a ciudadanos de la calle para que opinen libremente y de vez en cuando emiten algún vídeo preparado que describe la actualidad: un día es la huelga de metro, otro la protesta de los agricultores, etcétera. Después del vídeo empiezan las discusiones de “cafeneío” que fascinan al periodista. Si el tono del “debate” baja, aviva el fuego para que griten más fuerte.

Discusiones de café tenemos a la misma hora en cuatro canales distintos, y por la noche se repite la misma historia. Hay diputados que “hacen la rueda” y se les ve más en televisión que en el escaño. No me extraña que al final la gente opte por Suleimán el Magnífico -serie turca de televisión-, claro. ¿Cómo es posible que haya diputados que aparezcan el mismo día en tres o cuatro tertulias distintas? ¿Por qué lo anuncian en twitter como si fuera un mérito el asistir a tantas “charlotadas”? ¿Por qué los canales siguen llamando a los mismos?

El “color” de los tertulianos varía en función de quien gobierne. Actualmente, como hay tres socios en el Gobierno, siempre están representados -ND, PASOK y DIMAR-, así como el SYRIZA, que es el principal partido de la oposición. Es decir, tres socios contra la piedra del zapato. El DIMAR, que tiene poquísimos diputados, está en todas las tertulias. Los otros partidos con representación parlamentaria raras veces son invitados. O lo que es lo mismo, los canales no permiten que oigamos otras voces, otras propuestas, otras ideas. ¿No sería mejor invitar también a representantes de partidos sin representación? ¿No se han enterado todavía de que estamos huérfanos de nuevas propuestas? Cuando el ambiente está cargado es necesario abrir la ventana. Para escuchar a todos estos nuevos grupos de opinión hay que recurrir a canales minoritarios o a Internet.

¿Por qué no invitan a gente de la calle? Quiero oír a profesores, agricultores, taxistas, escritores, actores, inmigrantes, policías, amas de casa, jubilados, enfermos, médicos, músicos o estudiantes. Pero claro, al diputado que cobra 6000 euros al mes no le importa ir rotando gratis por los canales, aunque le insulten. Luego, si eso, se pasa un ratito por el Parlamento para ver qué se cuentan.

En lugar de buscar soluciones o discutir sobre las mismas, unos y otros se tiran los trastos a la cabeza.

No debe ser fácil ser un periodista independiente en Grecia cuando las garras del poder lo abarcan todo, llegándote incluso a amenazar o intentando comprar tu silencio con un sobre cerrado lleno de billetes.

Lo justo sería repartir las culpas entre periodistas y políticos. Un canal le hace una entrevista a Alexis Tsipras, presidente del SYRIZA, en directo, y en una hora no oímos ni una sola propuesta. Todo el discurso se basa en hablar mal del Gobierno y en describir la catástrofe que se nos viene encima, como si no lo supiéramos los que no llegamos a 400 euros al mes. Tampoco el periodista da pie con sus comentarios a que el entrevistado nos sorprenda con alguna propuesta nueva, ni las preguntas van encaminadas a ello. Hacer una rueda por las televisiones para decir que el país se hunde también puedo hacerlo yo, que soy quien lo “sufro”.

No es lógico anunciar a bombo y platillo que vas a entrevistar a un político cuyo nombre está imputado judicialmente en alguna causa y no hacer ni intención de preguntar sobre el tema, lo que me hace pensar que las cuestiones a veces están pactadas con antelación.

Eso sí, sacamos las cámaras a pasear cuando podemos grabar algo impactante, como un grupo de personas peleándose por un saco de mandarinas. Y metemos el micro a los jubilados para que peguen tres o cuatro gritos y así se desfoguen. El diálogo que se establece entre el pensionista cabreado y el periodista sentado en el estudio es patético.

La hipocresía de algunos que hoy critican abiertamente a la clase política es tan grande que no tienen ni la decencia de negar en público que han aparecido en listas de evasores fiscales. ¿Le interesa al periodista que está en la lista llegar hasta el fondo de la cuestión? Pues claro que no. A partir de ahí, o te dejas llevar por la corriente o te atienes a las consecuencias. Ha habido denuncias contra periodistas e incluso detenciones, vía partidos políticos o a través de terceros. ¿Hay libertad de información en Grecia? ¿Cuántos periodistas están metidos en el ajo? ¿Por qué no profundizan en temas capitales?

¿Sirve de algo leer cada mañana veinte veces durante el programa los titulares de los periódicos? ¿Por qué no profundizan en alguno o nos comentan los artículos más interesantes? ¿Acaso ni se los han mirado y lo hacen por puro compromiso? Leer portadas no sirve absolutamente para nada.

La gente quiere saber por qué no puede seguir con la vida que tenía antes, por qué sigue subiendo el precio de la gasolina, por qué nadie rinde cuentas ante la justicia, por qué seguimos sin conocer las cuentas de las Olimpiadas de 2004, quiénes están detrás del escándalo Siemens y cuánto se embolsaron los políticos en comisiones, qué políticos, empresarios y periodistas tienen cuentas en Suiza, por qué las empresas navieras gozan de tantos privilegios, por qué cambian las leyes de un día para otro, por qué nos vendieron el cuento de que había dinero en la caja, por qué judicialmente los diputados son casi intocables, por qué se permite aprobar leyes de “autoprotección política”, por qué siguen habiendo políticos apalancados en el escaño desde hace más de treinta años sin haber dado un palo al agua, por qué sigue entrando gente en la administración por la puerta de atrás, por qué siguen aumentando los impuestos y en cambio disminuyen los ingresos, por qué tienen que venir de fuera a decirnos lo que tenemos que hacer, por qué tanto gasto militar, por qué la iglesia no paga impuestos, por qué no se hace algo con los inmigrantes ilegales, por qué jubilaciones anticipadas injustificadas, por qué tanta permisividad con los peces gordos, por qué tanto miedo a los turcos, por qué tantos jóvenes en paro, por qué tanta burocracia absurda, por qué tanta emigración “forzosa” o por qué no cambia nada y nadie resuelve nada.

Pero lo peor de todo y por ello creo que los periodistas griegos deberían reflexionar, es por qué para enterarse de lo que realmente está pasando debemos recurrir a la prensa extranjera o a la que prácticamente vive en la clandestinidad.