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jueves, 13 de octubre de 2011

Atenas para lo bueno.


 

En mi post anterior recomendé no viajar a Atenas más de tres o cuatro días. Una cosa es vivir en Atenas y otra muy diferente es visitarla. Los que viven y trabajan en ella, la sufren, pero los que vamos de vez en cuando de excursión la disfrutamos extraordinariamente.

Atenas es la ciudad más cara de Grecia pero no es de las capitales más caras de Europa. La calidad de los hoteles es muy buena y los precio, reservando con cierta antelación, son muy competitivos. Hay que evitar ciertas zonas, como comenté en el post anterior, pero cerca de la Acrópolis hay tantos que incluso puedes ir sin reserva y probar suerte. Para dos o tres noches no hace falta mucho y la oferta es generosa. Hay muchos hoteles-pensiones interesantes que me recuerdan ligeramente a los que hay cerca de la Puerta del Sol de Madrid. Hablamos de edificios antiguos de pocas plantas, con techos altos, con o sin ascensor, con decoración rústica muy acorde con el paisaje, etcétera.. Las habitaciones digamos que son decentes, si a uno no le importan los baños estrechos y las duchas cutrillas. Lo mejor es su situación céntrica y el trato amable del personal. 


También hay pensiones para la gente joven en calles adyacentes a la Plaza Syntagma. Están más apartadas de la Acrópolis, pero más cerca de Monastiraki. Apenas hay una parada de metro entre un lugar y el otro, con lo que el tramo se puede hacer perfectamente a pie.


Uno debe olvidarse de todo lo demás. Nuestra ruta se centrará en la zona antigua. Dibujaremos en el mapa una frontera de calles que no sobrepasaremos. Fundamentalmente el casco antiguo que incluye prácticamente todas las ruinas griegas que salen en las guías turísticas. 

A la Acrópolis hay que subir por lo menos una vez en la vida. No sólo merece la pena por el Partenón y las Cariátides, sinó también por las impresionantes vistas desde lo alto. No hay que quedarse ahí, claro. Deben visitarse los edificios que hay dentro de la verja, el Teatro de Herodes, el de Dionisio, el agorá, etc… La visita no será completa si uno no va al Museo de la Acrópolis. Los griegos están muy orgullosos del mismo, aunque a mí me pareció pequeño si lo comparamos con el Prado o el Louvre. Los saqueos sucesivos que ha sufrido la ciudad al largo de la historia han hecho que muchas de las piezas que deberían estar ahí se encuentran en otros museos. Las constantes reclamaciones nunca han sido escuchadas por los gobiernos extranjeros y el patrimonio sigue incompleto.


Asistir a un concierto en el Teatro de Herodes es excepcional y os lo recomiendo fervientemente. Es como si no hubiera pasado el tiempo.


La subida al monte y la visita al museo, si se hacen a conciencia, pueden llevar prácticamente un día. A buen ritmo y madrugando un poco, en una mañana lo podemos ventilar. 

Los alrededores de la Acrópolis también piden una visita. El paseo es agradable porque las calles son peatonales y se puede respirar gracias a su anchura. Aunque siempre hay gente, no da la sensación de agobio como la que uno puede sentir al cruzar los propileos. Allí si que hay gente y corremos el riesgo de quedar separados del grupo. 

Monastiraki y los alrededores de Plaka invitan a tomar asiento. Un frapé o una cerveza con la Acrópolis de fondo sacian la sed y sientan mejor. Hay vida todos los días del año y las terrazas están siempre llenas a pesar de la crisis. Es la otra Atenas. No tiene nada que ver con el resto. Las calles son bastante estrechas y casi no hay separación entre una taberna y otra. Los taberneros y los camareros hablan algo de español y te intentan convencer para que te quedes en su bar y no en el otro. Hay gente a cualquier hora del día. 


Toda la zona de Monastiraki es muy bonita y agradable a pesar de que en la entrada al metro haya algún que otro sucio pidiendo para el billete. También hay mucho top manta en las calles que, aunque no es molesto, desentona con el paisaje. Patrullan policías a pie aunque no suelen detener a nadie. Los inmigrantes tiran de las cuerdas, cargan con la mercancía y corren hacia otra calle. 


Pasada la plaza, hay varios callejones interesantes plagados de tiendas de recuerdos y más cosas. Hacen ligera pendiente y todas van en dirección a Syntagma. 

Ermou es la calle peatonal principal, ancha, limpia y llena de comercios.  Lamentablemente, Syntagma se está convirtiendo en la imagen del país, sustituyendo de este modo al Partenón y al Templo de Delfos. Para mal. 

Imagino que muchos turistas sienten cierta curiosidad morbosa. Razones no le faltan. La plaza es muy grande pero tiene poca cosa. La Avenida Vassilisis Amalias divide la plaza en dos. La parte más lejana a Ermou desemboca en el Parlamento. En una zona de muro y escaleras, justo donde están los guardias, encontramos el monumento al soldado desconocido. Suele agolparse gente cerca de los centinelas. Posiblemente estén esperando el cambio de guardia. Los soldados visten de forma tradicional y levantan la pierna de forma espectacular. Creo que tienen prohibido sonreír.


En mi opinión, a parte del edificio del parlamento, lo más destacado de la plaza es el Hotel Británico, que siempre luce especial. Los políticos intentan entrar por la puerta de atrás, no vaya a ser que les lancen huevos o yogures. Supongo que actualmente habrá turistas que quieran pasar por ahí para ver qué se cuece. Casi con toda seguridad, para su gozo y disfrute, se encontrarán con algún tipo de protesta. 


La Avenida Vassilisis Olgas nos mostrará grandes edificios que albergan diversas embajadas. Caminando podríamos llegar hasta Kolonaki, uno de los barrios más conocidos de la ciudad. Vendría a ser el equivalente al barrio de Pedralbes de Barcelona. Cuando estuve, no me pareció gran cosa. Me imaginaba otra cosa aunque para los griegos de Atenas es lo más. El barrio lo forman una serie de calles estrechas llenas de tiendas muy exclusivas. Hay alguna calle peatonal interesante y en las cafeterías se sienta la gente bien. 

Si se quiere llegar a Licabeto hay que coger un metro o un autobús que te deja a los pies de la montaña. A partir de ahí, lo bonito es subir “a pata” e ir ganando altura hasta llegar a la cima y observar las impresionantes vistas.

No recomiendo seguir en busca de otras aventuras. Una vez en el Parlamento podemos encarar Vassilisis Amalias en dirección a la zona universitaria y llegar a Omonia. No es aconsejable pasar por ese lugar de noche. Y de día es francamente prescindible. Si queréis emociones fuertes daos una vuelta por Omonia durante el invierno, cuando el frío aprieta y los freaks buscan refugio en el metro. Cerca de allí hay un mercado de lo más sucio. 

En paralelo a la calle Ermou está Mitropoleos. La zona de Plaka prácticamense se confunde con la de Monastiraki. Un laberinto de calles estrechas y peatonales harán que uno se desoriente al mínimo despiste. La catedral de Atenas se halla justo entre las dos calles. 


Fuera del recinto de la Acrópolis hay que visitar los restos del Tempo de Zeus y la Torre de los Vientos.  Están prácticamente integrados en el paisaje y se ven desde lo alto de la Acrópolis. A pie no os costará llegar ni cinco minutos.


Estos han sido los lugares principales de la ciudad que recomiendo visitar sí o sí. Una escapada al Pireo no merece la pena. Como mucho una pequeña incursión en la zona del estadio olímpico, más que nada para disfrutar de la arquitectura de Calatrava. Un partido de baloncesto de los importantes en el OAKA o en el Palacio de la Paz y de la Amistad es casi más interesante que todo lo demás. El Museo Arqueológico de Atenas se ha visto eclipsado por el de la Acrópolis, aunque la posibilidad de una visita debería ser tenida en cuenta.

Para disfrutar de “otra Atenas”, acercaos a Glyfada y alrededores. Es casi una ciudad a parte y para llegar se necesita coche o autobús. El barrio lo forman chalets y está al lado del mar. 

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