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jueves, 7 de abril de 2011

Metéora: un rincón cerca del cielo.


 

Metéora es otra cosa. No hay nada igual.

No son sólo montañas o monasterios. Es un mundo distinto dentro de nuestro mundo.


Metéora está a algo más de 200 kilómetros de Salónica, con lo que conviene salir prontito. Siempre es recomendable llevar un mapa, aunque es casi imposible perderse. Lo ideal sería llegar a Metéora a eso de las 10 para poder ver todos los monasterios. No contábamos con el hecho de que a las 14:00 cierran algunos. 


No conviene pasar por Kozani porque hay una zona con muchas curvas. Hay que seguir por la costa hacia el sur.

El viaje es pesadito y largo, aunque la carretera es recta. Nos movemos a ritmo de los 70. El coche parece que lo conducen un grupo de melenudos. Lo peor del viaje es que hay que cruzar la ciudad de Lárisa, que es bastante grande. Es inevitable porque allí nos desviamos hacia el interior, dejando atrás la “autovía”. Hay un tramo antes de Lárisa con tres o cuatro peajes que te cortan el ritmo y te agujerean el bolsillo. 

Antes de Lárisa habíamos pasado por Katerini y por el Olimpo, que seguía en el mismo sitio que el día anterior.


En las carreteras griegas raras veces encontramos rotondas. Para cruzar Lárisa tienes que comerte un montón de semáforos. Además, fuera de la autopista, las carreteras son bastante malas, llenas de baches y socavones. Me salté un semáforo con todas las de la ley ante el enfado de mi mujer. 

Ni el chófer ni el coche daban más de sí. La banda sonora terminó. Afortunadamente, la ciudad de Tríkala es más pequeña y se pasa por fuera.  

Finalmente, conseguimos llegar a Kalambaka, que es el pueblo más cercano a Metéora. Desde el pueblo hasta arriba hay una subida respetable aunque son pocos kilómetros. Nos pilló un día de potente calor y al llegar al primer monasterio olía a chamusquina. Las gomas del coche empezaban a llorar. 


Las montañas de Metéora son como una especie de champiñones o setas. Sus formas son extrañas, como de cuento hadas. Y encima de las setas, casitas, como si estuvieran suspendidas en el aire. Precisamente, la palabra “metéora” significa eso: suspendido en el aire.  

Los monasterios son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1988. Actualmente sólo hay 6 en funcionamiento de los 24 que llegaron a haber en el siglo XVI. Una pena. Además, los monjes apenas se dejan ver. Con lo bonito que sería verlos por ahí con sus barbas y sus piojillos…


De los seis monasterios, uno es de monjas. Se pueden ver todos en una mañana aunque hay que tener en cuenta que el último cierra a las 16:00 de la tarde.

Los seis monasterios abiertos al público son:

- Monasterio de la Santísima Trinidad.
- Monasterio de Santa Varvaras Rousanou
- Monasterio de San Esteban.
- Monasterio de San Nicolás Anapafsa
- Monasterio de Varlaam
- Monasterio Gran Metéoro  

Creo que conseguimos ver 4, que no está mal.


Al parecer fue en el siglo XI cuando algunos eremitas y anacoretas empezaron a colonizar la zona. Antes de ser construidos los monasterios, los eremitas vivían en las cuevas que habían en las rocas. Se aislaban totalmente del mundo exterior. Algunos huyeron allí escapando de la persecución de los turcos. Poco a poco se fue transformando en lugar de peregrinaje y con los años se ha convertido en una de las visitas obligadas cuando uno va a Grecia. Después de Pascua no se cabe en los monasterios. Conviene buscar fechas alternativas.


Afortunadamente, cuando fuimos no había muchos turistas tocapelotas por la zona. Apenas algún autobús de rusos o búlgaros y un grupito de italianos. Pudimos comprobar como la gente alucinaba con el paisaje. No paramos de echar fotos desde el primer momento hasta el último. 

Hay que ser respetuosos y de ahí que las mujeres deban ir correctamente vestidas. Además, no se deben hacer fotos dentro de las iglesias, todas plagadas de pinturas bizantinas. Incluso detectamos la presencia de cámaras.

Subir las escaleras de piedra, construidas a principios del siglo XX, es un poco cansado, pero merece la pena. Algunos monjes se trasladan de un monasterio a otro por el aire, mediante un extraño sistema de correas. Pero la gente de a pie debe castigarse. Más que subir, trepamos.

Uno no puede hacer otra que preguntarse cómo diablos han podido construir aquello ahí. ¿Piedra a piedra? ¿Cómo es posible? 


He leído que durante siglos se utilizaba un sistema de escaleras desplegables o algo así, aunque generalmente los monjes no solían salir de excursión. Todo lo que necesitaban se lo facilitaban desde abajo y lo subían en una especie de ascensor movido a base de poleas. Rústico y efectivo. ¿Pero cómo se hizo la construcción? Por muchas explicaciones que te den, no te lo acabas de creer.

Como nos hacen pagar en un monasterio por ser extranjeros, fingimos en el siguiente que somos griegos para no pagar. Un poco tacaño, pero después de la subida y del sufrimiento me niego a pagar.


En uno de los monasterios hay una exposición muy interesante sobre la historia de Grecia, con obras de arte incluidas, documentos, armas, vestidos de época, etcétera. Tras hacer fotos y dar una vuelta por dentro de los lugares, descendemos para dirigirnos al siguiente. Sin prisa pero sin pausa. Hay que coger el coche. Caminar de uno al otro con el calor que hace no compensa y mata.

Casi sin quererlo la tarde se nos ha echado encima y el estómago pide que le den de comer. Bajamos de la montaña y cogemos la carretera principal en dirección a Kalambaka, que está muy cerca. Y cuando todavía no hemos entrado en el pueblo, una aparición: Kondosoubli.

                                   La Santísima Trinidad.

La carne empalada echando humo frena el coche y nos dejamos guiar por la nariz. Algunos nos saltaremos el ayuno. El grupo de italianos que habíamos visto arriba también ha sucumbido ante la carnaza. Intercambiamos algunas palabras con la dueña, que nos dice que la temporada fuerte empieza a partir de Pascua.

Hay muchos hoteles, apartamentos y campings por la zona, además de restaurantes. La gente y los negocios hacen vida junto a la carretera. 

La vuelta, sobre todo para el piloto, se hace insoportable. Hay ganas de parar a tomar un café o algo, pero Salónica queda muy lejos y no es plan de apalancarse. A la ida no me había dado cuenta de la cantidad de cruces y semáforos que hay en la zona de Lárisa. Terrible.

Paramos en Tembi, a la vuelta, y cruzamos un río. Allí se halla la iglesia de Agia Paraskevi y de una cueva casi inaccesible brota agua bendita. El puente se mueve.


Realizamos una segunda parada estratégica en Platamonas para echar unas fotos al castillo. El sol está cayendo detrás de la montaña y estamos ya al lado del mar. Ponemos gasolina y nos hinchan las ruedas, que están viejas.



3 comentarios:

  1. ¿No me ofrecí en ningún momento en conducir tu coche? Jejejeje

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  2. Creo que Vettel u otro piloto fue en taxi de Atenas a Patras. A la vuelta prefirió coger un helicóptero porque se acojonó... Pongo título a una de las fotos.

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  3. Jajajaja.. solo tengo que recordar la especie de "justa medieval" que viví como copiloto entre tu coche y un Mercedes que se acercaba de frente.... ¡¡y ganamos nosotros!!

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