Manifestaciones de inmigrantes.
Aunque los grupos de la extrema izquierda anarquista y los de la extrema derecha nazi se empeñen en hacernos creer que la situación requiere soluciones drásticas, incluso utilizando la violencia, la gente no tiene ni para comer. Este interés por crear un clima prebélico es puramente político. Imagino que los ultraderechistas de Amanecer Dorado perderán un saco de votos por culpa -o gracias- a sus últimas -y casi únicas- apariciones televisivas. Lo increíble es que muchos ciudadanos votaron al partido sin conocer a sus líderes ni saber su ideología.
Curiosamente, nadie abre un debate serio sobre lo que está pasando en los medios de comunicación. La cuota de pantalla que ocupan los partidos mayoritarios es tan grande que la gente ha acabado por hartarse. No debería extrañarnos, puesto que lo único que hacen es “charlar a la manera griega” -a gritos-. Son tertulias públicas de café o taberna que no sirven para nada. La censura ha beneficiado a los censurados.
Ilias Kasidiaris. En paradero desconocido desde el jueves tras pegar a una diputada del KKE en televisión. Miembros de Amanecer Dorado con el líder de la formación, Nikos Mihaloiakos.
Mientras los diputados se tiran los trastos a la cabeza en las televisiones, el país lo preside un juez. Al mismo tiempo -y seguimos con las paradojas-, Amanecer Dorado ha decidido tomarse la justicia por su mano. Ha pasado a la acción en un país en el que el problema no es hacer leyes, sino aplicarlas. El Estado no goza de los mecanismos necesarios para hacer que el “chorizo” pague, que el político no robe o que el empresario saque su dinero al extranjero. Todo son palabras, pero no hechos.
¿Por qué estamos en posguerra?
Afortunadamente, a mi generación no le ha tocado vivir este tipo de situaciones. Sin embargo, nuestros padres o abuelos nos podrían ilustrar perfectamente. Como los españoles nos empeñamos en no pasar página y seguimos teniendo muy presente la Guerra Civil, las imágenes de la posguerra que nos vienen a la cabeza no distan mucho de las que está sufriendo el pueblo griego. Desgraciadamente, aquí muchos vivieron lo mismo dos generaciones atrás.
Veo colas de gente para conseguir comprar sacos de patatas, fruta o harina a precio de saldo y me parece estar viendo ciudadanos con cartillas de racionamiento. Los lectores me dirán que exagero, pero debemos tener en cuenta que estamos en pleno siglo XXI, no en el XX ni en el XIX. No dejaría de ser una simple anécdota si no fuera porque en muchos colegios de Atenas se han producido lipotimias y desmayos de chicos por culpa de la mala o nula alimentación. Las cafeterías de los mismos han decidido repartir gratuitamente pitas y bollos a los chavales que tienen necesidad. Si en una familia los niños no comen, eso significa que tampoco los padres lo hacen.
Niños gitanos en Atenas y muestra de la suciedad de la calles de Atenas.
Sólo hay que bajar a la calle para darse cuenta que estamos en posguerra a pesar de que nadie haya pegado ni un solo tiro. Las ciudades grandes se han llenado de gitanos que vacían los contenedores. Descalzos, sucios y con niños hambrientos no dudan en meter la cabeza en la bolsas de basura. Ni siquiera piden limosna porque la gente está tan apurada que no suelta nada. Los únicos lugares donde sacan algo son las puertas de las iglesias.
Inmigrantes buscando en la basura, escena cada vez más habitual en Grecia.
El clima de posguerra se nota más en Atenas y en Tesalónica. En las plazas más céntricas y a plena luz del día campan a sus anchas drogadictos y borrachos ante la mirada atónita de los escasos turistas que nos quedan. Forman ya parte del paisaje como también la suciedad de las calles. Las ruinas bizantinas, las griegas y las turcas, no hacen más que acrecentar esta sensación de tristeza “posbélica“ y destrucción. Muchas obras han quedado a medio hacer y parecen haber sido derribadas por alguna bomba. Físicamente, las ciudades están envejeciendo sin que las autoridades hagan absolutamente nada. Las fuertes lluvias y la nieve del invierno han dejado las carreteras hechas un asco. Cuando uno va a trabajar, acaba “conociendo” los baches, los puntos conflictivos, los semáforos que no funcionan, etcétera.
Omonia y alrededores.
El PASOK intentó recuperar terreno la última semana de las elecciones anunciando la creación de centros para inmigrantes. Sólo se ha rehabilitado uno de los campamentos y es lo más parecido a Guantánamo que se puedan imaginar. Campos de refugiados como en las guerras, donde se raciona la comida y se vigila a los recluidos.
Centro de refugiados antes de ser acondicionado y puerta del centro de inmigrantes en Patras.
A todo esto, si sumamos que el precio de la gasolina sigue subiendo, acabaremos dejando el coche en casa. Las gasolineras tienen el cartel de “agotado” preparado porque no lo tiraron después de la última huelga.
No hay medicinas. No se trata de conseguir fármacos para heridos de guerra, claro. Se trata de comprar medicinas para que los enfermos de cáncer puedan seguir con su tratamiento o para que los diabéticos puedan conseguir insulina. A la gente mayor, a pesar de habérsele reducido la pensión, no le importa pagar “para seguir con vida”. El problema es que los laboratorios no cobran y no suministran. El Estado sólo hace que poner pegas y cambiar las leyes cada semana. Los jubilados se acercan con la receta a la farmacia pero no pueden ser atendidos.
Farmacia cerrada por huelga y portada del periódico Dimokratia: "Traen fármacos desde Israel".
El porcentaje de personas que viven bajo el umbral de la pobreza aumenta día tras día ante la pasiva mirada de unos y otros. En posguerra aumenta el pillaje y la violencia callejera. Hay más Kalashnikov ilegales circulando por Atenas que en el ejército. Ha crecido el número de robos en chalets y la gente de a pie tiene pistola en casa. No en vano, un chico de 15 años mató a un ladrón hace cuatro días después de que éste le pusiese un cuchillo en el cuello de su madre. Corremos el riesgo de que la gente se toma la justicia por su mano como hace Amanecer Dorado, que organiza “rondas” para ahuyentar a los inmigrantes y darles palizas. ¿Y qué hace la policía? Votarles. Buena parte de los votantes de los fascistas pertenecen a las fuerzas especiales, los MAT.
Pero quizás lo peor no sea esta situación de ruina en la que nos encontramos, sino el pesimismo y la falta de esperanza, reflejado en la cara de la gente, en las tertulias y en la alarmante cifra de suicidios. Unos perdieron la casa, otros cerraron el negocio, a los jubilados apenas les llega para el café, los jóvenes se marchan y el paro sigue creciendo. A estas alturas, que nos quedemos o salgamos del euro casi da igual.
Jubilada recogiendo comida de la basura y niños haciendo cola para coger alimentos.
Los paralelismos con España cada vez son mayores, aunque con un par de diferencias fundamentales:
- España tiene un gobierno fuerte de mayoría absoluta y la oposición es consciente de la situación. En cambio, por no tener, Grecia no tiene ni gobierno.
- Que vengan desde fuera a arreglar el desaguisado no está tan mal visto en España como en Grecia, que no acepta de ningún modo que ningún extranjero le diga lo que tiene que hacer. Y menos aún si es Alemania.
Para acabarlo de arreglar, parece a que las elecciones del domingo que viene no van a resolver nada. El referéndum camuflado al que nos enfrentamos va a hacer que los partidos que están a favor de Europa recuperen votos, aunque todo apunta a que serán insuficientes para gobernar en solitario. Por lo tanto, volveremos a vivir situaciones tan esperpénticas como las del pasado mayo y es que en el fondo, mucho me temo que ningún partido quiere pasar a la historia como el que nos llevó a la bancarrota. En otras palabras, nadie quiere ganar. Porque de hacerlo, será lo mismo que perder.
Reparto gratuito de comida para necesitados en Atenas y centro de recogida de alimentos coordinado por la iglesia.
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