En un país de desesperante burocracia uno pierde horas y más horas en colas repletas de jubilados que acuden a cobrar, a buscar medicinas o a comprar patatas. Sí, sí, como lo oyen.
Toneladas y toneladas de patatas son repartidas cada día a lo largo del territorio heleno para goce y disfrute de los amantes de dicho tubérculo. La fiebre de la patata ha empezado en la zona norte pero amenaza con llegar al Ática, al Peloponeso e incluso a las islas.
Vender productos directamente por parte del agricultor no es algo nuevo, pero quizás si los sea el hacerlo por Internet. Por lo menos aquí.
“A 20 céntimos el kilo casi no ganamos nada, pero por lo menos no perdemos”, dicen. Entre intermediarios, distribuidores y vendedores el precio se multiplica una barbaridad y el cliente es el que sale perjudicado.
A un agricultor se le ocurrió la idea de vender sus patatas directamente al consumidor y el éxito ha sido espectacular. Lejos de amilanarse ante las críticas de los que le acusan de vender patatas de mala calidad, el caballero ha multiplicado sus ventas y a animado a sus colegas a que hagan lo mismo. Empezó vendiendo sólo por la parte norte del país, pero la demanda se ha desbordado y deberá servir también a los atenienses. Las compras se hacen siempre previa reserva a través de su Web, con lo que sólo acepta un número máximo de toneladas, las justas para llenar el camión. Es como las paradas del mercado pero en plan salvaje y sólo con un producto. Muchos ya están copiando la idea.
En Salónica, el agricultor y sus ayudantes citan a los internautas junto a la universidad, que se llena de gente con carros del supermercado y con coches todo terreno. Incluso bajan clientes de los taxis que vienen desde la otra punta de la ciudad para cargar el maletero sin miramiento alguno. “Compensa pagar la carrera”, argumentan. Desconozco si entre los compradores se hallarán propietarios de bares o restaurantes, pero les aseguro que la mayoría son gente como usted o como yo.
La televisión publicita la iniciativa, en parte por ser noticia y en parte por tratar de echar una mano a aquellos que tienen problemas en momentos tan difíciles. Como no podía ser de otra manera, es ya trending topic en las redes sociales superando a la dichosa bancacarrota.
El próximo paso es el de hacer lo mismo con la harina y con el aceite. Clama al cielo que en los supermercados el aceite italiano sea mucho más barato que el nacional. La fiebre de la venta de productos básicos a través de la red amenaza con expandirse por el mapa como una mancha de aceite -nunca mejor dicho- y parece inevitable que el panorama tiene que cambiar.
¿Estaremos asistiendo al principio del fin de los mercados de toda la vida? No les extrañe ver a gente pujando en eBay por un saco de harina, cinco kilos de tomates o unas piezas de fruta dentro de unos años.
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