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martes, 6 de julio de 2010

Lejos del hogar VI: la ciudad: el centro (II).



Al margen de esculturas, paseos o parques, destacan las plazas y las iglesias. De entre las primeras, ya hablamos un poco de Navarinou, zona de paso entre Kamara y el mar.

La Plaza de Aristóteles es la más grande de la ciudad. Es amplia, moderna, blanca y espectacular. Dibuja una ligera pendiente hacia el mar desde el Parc de la Ciutat. Eleuterio nos indica el camino. Es una amplia avenida peatonal que desemboca en la plaza propiamente dicha, circular y simétrica. Por un momento uno creerá estar en alguna calle de París, porque hay columnas, pórticos y tiendas. Y se ve muy limpio, gracias en gran parte a la monumentalidad de los edificios que encierra, que como le pasa a uno en Paris, no sabe si aquello son casas habitables o edificios-monumento-museo. Hay oficinas y edificios oficiales, además de algunas de las tiendas más buenas de la ciudad.

La cafetería del hotel Electra Palace Hotel nos invita a que tomemos algo. Me recuerda a algún café antiguo de no se qué película. Seguramente el de la Colmena, donde don Camilo hace un cameo muy divertido. Se puede subir a la terraza que hay casi en el cielo y tomarse algo mirando al mar.

La entrada de los cines es modesta, pero interiormente se ve todo muy elegante. Tiene algo de la Plaza Prim y del Fortuny.

Las cafeterías que hay al final del paseo son espectaculares en colorido, ambiente y belleza. Es la parte moderna de la ciudad, con gente joven yendo y viniendo, música, camareros, charla y frappé. En Argentina se toma mate y en Grecia frappé. Ambas son bebidas nacionales que asociamos a uno y otro país, con la grandísima diferencia de que el mate te toma en casa y el frappé se bebe tanto en los bares como en las casas. El chófer del bus, el taxista, el abuelo de la esquina, la del súper, la profesora, los alumnos… Todos llevan el vaso de plástico pegado a la mano. En el cíber se lo puedes pedir a la recepcionista y ésta llama a la camarera del bar de al lado para que te lo sirva. Las cafeterías no tienen nada que envidiar a cualquiera que haya en los Campos Elisios o en el Paseo de Gracia de Barcelona. La juventud enlaza comida y cena. En el Ernest hay música desde las once de la mañ ana todos los días del añ o. Se puede ligar de noche y de día.

En Leoforos Nikis, la avenida que recorre paralelo el paseo, se acumulan cafeterías y más cafeterías. En dirección a Pirgo, hacia el este, están las mejores. Las hay muchas y muy diversas, e incluso te dan de comer. La única pega es el tráfico de la avenida y su poca luminosidad. Son de estas cosas que le molestan a uno. Si quieres cruzar la calle, deberás jugarte el pellejo. Hay pocos semáforos y los pasos de cebra, despintados en su mayoría, no se respetan. La maldita calle estropea las vistas a ras de suelo, aunque uno puede perfectamente subir a un segundo piso y buscar sitio cerca de una terraza. Hay también algunos bloques que se ven lujosos. Sus inquilinos, gracias a las vistas que tienen, deben sentirse como quienes viven al final de la Rambla y ven entrar al mar en su habitación. Los sofás mirando al mar, la disposición de las salas y el ambiente, recuerda París en los Campos, e incluso lo supera, como ya dije.

Entrando por una calle desde la misma Plaza Aristóteles, uno puede pararse a cenar en una de las zonas más populares de la ciudad. Entramos en la Plaza Átonos. Un laberinto de estrechas calles con restaurantes a uno y otro lado harán que uno no sepa muy bien si empezar a echar fotos o sentarse a comer. El que viene de fuera espera encontrar éso en Grecia. Sillas, mesas y camareros pesados que se le echan a uno encima. Es el rincón más típicamente griego de la ciudad. Manteles de color, sillas como las de la casa de mi abuelo, mesas que cojean y mucha alegría. Por las noches hay música en vivo, aunque no es lo mejor del sitio, la verdad. Son tabernas al aire libre, como pueda haberlas quizás en alguna de nuestras ciudades castellanas. Las tapas de allí son muy similares a las de aquí.

Una ensalada de aquí es como las de allí pero con queso feta. Cuando uno va de tapas allí, no suele pedir ensalada porque eso es “aburrir” al estómago. En cambio aquí siempre se pide, aunque sólo sea por el queso. Pero donde se ponga un buen queso manchego de esos que pican… Igualmente, siempre se piden patatas, que aquí son fritas en lugar de bravas. Cambiemos el souvlaki por el pincho de carne, el pulpo afeira por el pulpo a la brasa, los pimientos de Padrón por alguna otra verdura, etcétera. Cada vez que uno va a comer a estos sitios, desearía, de vez en cuando, que le sirvieran una buena ración de bravas, pan con tomate y pimientos de esos que te hacen llorar. Pero claro, cuando pruebas las croquetas, tocas el cielo y te las quieres comer todas. Hay tantos platos en la mesa que el pan, que decora, se pone en la silla que sobra.

Al otro lado de la Plaza Átonos está el mercado. Otro laberinto de callejuelas llenas de comida cruda y vendedores que te quieren convencer de que su pollo es mejor que el de al lado. Es muy similar a cualquier mercado que nos pueda venir a la mente, aunque un poco “bruto” o sucio. El que baja pronto, comprará más caro pero de mejor calidad. Al cabo de un rato, los precios bajan como en la bolsa. Los vendedores son bastante más amables a los que nosotros estamos acostumbrados, aunque ya se sabe que en los mercados los comerciantes siempre aparentan simpatía. Te dan a probar en cuanto preguntas algo o te ven con cara de pardillo. A la entrada del lugar, y que no se me olvide, esta el Pinocho de aquí, evidentemente no tan bueno como el de Barcelona, pero sí más barato, cosa no demasiado difícil.

Esas calles en las que el bogavante te mira, el conejo cuelga despellejado, el morro del cerdo crees verlo mover o el rape abre la boca, son lugares que uno nunca se cansa de visitar. Mas allá, hay una especie de zoco con tiendas de recuerdos, ropa o similares, que nos recordarán a cualquier otro mercado ambulante. Si uno le echa cara, puede probar una aceituna de aquí, un quesito de allí, unas almendras de más allá y algo de atún.

En la misma zona se encuentran algunas de las tabernas con más encanto de la ciudad. Están muy bien decoradas y son grandes. Nos recordarán a algunas de las que hay en las islas. Color, jarrones, platos, figuras, madera… El problema -o la ventaja- es que si uno va expresamente, nunca los encuentra. Por el contrario, el día menos pensado y cuando crees que te has perdido, chocas con ellos y no puedes evitar entrar, aunque sólo sea para curiosear. Y entonces ya has picado.

Cerca del mercado, junto a una de las muchas iglesias, hay una tienda de flores que nos recordará a alguna de las de Murcia o del Mercat de les Flors de Barcelona. Porque en Salónica hay muchas floristerías, y buenas. Se compran flores siempre que se festeja algo. El cumple de Kostas, el santo de Anastasía, la graduación del sobrino, el patrón del barrio, la visita a la tía Rula, el desfile militar y tantas otras.

La calle Egnatia, junto a Eleuterio, es la Gran Vía o la Diagonal. Más abajo, cruza la Plaza Aristóteles la calle Tsimiskí, que es la calle de tiendas de la ciudad. Otras adyacentes perpendiculares a ella forman la Vía T. Las tiendas con ropa de marca, de música, de teléfonos, etcétera, están ahí. No hay Corte Inglés -todavía…-, pero sí Fokas. Zara, en cambio, es el amo. Los anarquistas la han tomado con el Zara de Tsimiskí y se dedican a “decorar” sus cristales. Incluso los quemaron cuando hubo las revueltas estudiantiles. Uno que es español y que defiende lo español, se siente herido y no entiende por qué cargan contra Zara y no contra otra. En fin, a la semana de ser quemado, estaba como nuevo. Son todas las tiendas tan espectaculares como las cafeterías. A pesar de la crisis, todo el mundo compra. El hecho de que no haya grandes superficies, a excepción del Fokas, hace que la frase “ir de compras” recupere su significado. Las mujeres pasean, cotillean, entran, tocan, prueban, salen, tropiezan, ríen y, finalmente, compran. Allí se lleva mucho el “sólo estamos mirando”.

También existe un bonito bulevar, donde hay cines y cafeterías. Parece un patio interior de unos grandes edificios. Algunos de los sofás son de cuento de hadas. Hay un gimnasio kilométrico con muchos aparatos y tíos cachas que sacan pecho porque la pared es transparente. El precio del cine es escandalosamente alto y las películas se proyectan en lenguaje original subtitulado, como debe ser. Justo detrás de los cines de halla la embajada americana, donde suelen concluir las manifestaciones. Desconozco si matarán el tiempo tirando huevos contra la fachada como hacen en Tarragona contra Ensenyament o la Subdelegació.

Desde Tsimiski hacia Santa Sofía, nace Ictinou. Posiblemente la calle más tranquila y agradable de la ciudad. Es ancha, peatonal y con cafeterías elegantísimas. Encontramos sofás de diseñ o, velas, bancos que se balancean y música inapreciable, que es lo que a uno le permite platicar. No se porqué, pero me recuerda a Méndez Núñ ez, aunque en vez de haber pizzerías, hay bares, y en lugar de ocupar el centro de la vía, ocupan los laterales. Y, evidentemente, que a Ictinou no va cualquier pelagatos. De noche sólo la iluminan las velas. Recomiendo ir un domingo de sol por la mañana.


Electra Palace Hotel (Hλέκτρα Palace): otro de los hoteles de lujo de la ciudad, situado justo en la Plaza Aristóteles, llamara la atención del viajero por su forma semicircular, su espectacular entrada y su cafetería. Un cinco estrellas con una fachada palatina, habitaciones de lujo, piscina, bañ o turco y cafetería en la azotea.

Don Camilo (José): sólo ha habido uno y se apellidaba Cela. Se establece una discusión muy divertida entre varios ilustres caballeros sobre ciertos aspectos y usos de la lengua. Cela, que es el autor de la novela, está entre uno de ellos.

Plaza Prim y Teatro Fortuny: en la plaza se halla el teatro que con su nombre homenajea al conocido pintor. Huelga decir que se hallan en Reus.

Frappé (Φραπέ): bebida nacional griega. Nescafé, agua, azúcar, hielo y leche condensada. Todo bien remenado para que haga espuma. Se bebe con pajita.


Ernest: tanto en el Ernest como en el Noveau Café, uno puede ir de día y de noche, porque siempre hay gente. El primero es para gente más joven, con taburetes altos, mesitas redondas y mucha música. El segundo es para sentarse y relajarse, con sofás, trato exquisito y decoración muy lograda.

Plaza Átonos (Πλατεία Άθονος): zona de bullicio y de tabernas muy concurrida.


El mercado de Moidano está entre Egnatia, Irakliou y Aristotelous.
Pinocho: famoso bar situado a la entrada del Mercat de la Boqueria en Barcelona. Desayunos con cuchillo y tenedor. Si no se sabe qué pedir, déjese recomendar.

Antes de comprar cualquier recuerdo, ropa de andar por casa, materiales de cocina, iconos, camisetas, backgammon o cosas así, visite el lugar porque hay verdaderas gangas; en cualquier otro lugar le cobrarán el doble por lo mismo.

Tsimiskí (Τσιμισκί): la calle de las tiendas, que recorre en paralelo la costa entre la Avenida Nikis y Egnatia.

Vía T: a la zona comercial del centro Tarragona, se la llama así por la forma que dibuja. Sin embargo, allí no compra nadie porque todo el mundo va a los grandes almacenes. Entiéndase como irónica la comparación entre un lugar y otro.

Calle Ictinou (Ικτίνου): de las calles más bonitas de la ciudad. No conviene perdérsela.

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