Dentro de la ciudad, lo que más le llama a uno cuando llega, es la Torre Blanca. La Torre del Oro. Parece calcada. Es el símbolo de la ciudad. Ningún españ ol que conozca la famosa torre podrá evitar hacer comparaciones. Es como si la hubieran transplantado, pero en lugar de estar junto al Guadalquivir, la hayan puesto junto al Golfo Termaico. Incluso en sus dimensiones se parecen.
No muy lejos de allí está el Pirulí. Es la torre de telecomunicaciones de la compañ ía nacional de teléfonos, que se asemeja en sus formas, aunque a pequeñ a escala, a la de Madrid. La cafetería del cuarto piso, abierta al público, gira muy lentamente y tiene las mejores vistas de la ciudad. Tarda un poquito más de una hora en dar la vuelta completa. Merece la pena llevarse allí a la pareja o a gente de negocios a la que se pretenda impresionar. Es un buen comienzo para aquel que visita por primera vez la ciudad. Le permitirá hacerse una idea de lo grande que es la ciudad y de los lugares que no conviene perderse.
El recinto ferial tiene algo de Expro Reus, de la feria del disco, del recinto ferial de Montjuic y de la feria de Albacete. Durante el invierno apenas se utiliza para algún congreso o para alguna exposición temporal, que apenas ocupa dos de los pabellones. Dentro del recinto esta el Alexandrio, que es el pabellón deportivo. Durante la feria propiamente dicha, que se celebra a principios de septiembre, aquello parece otra cosa. Sales más cargado que en Expro Reus. Y te cansas más porque es grande cómo la de Albacete. Incluso algunos tenderetes o chiringuitos que asan la carne al fresco, son similares a los de la capital manchega. El olor a brasa y carne quemada a uno le pellizca el estómago, siendo un pecado no detenerse a contemplar y a zampar.
Ya situados en el centro, el famoso Arco de Galerio, aquí llamado Kamara, es el Arco de Bará. Con todos los respetos, me quedo con el de allí. El de aquí no está entero y para reconstruirlo han hecho un pastiche de cuidado, o al menos esa es mi opinión. Kamara es el lugar de encuentro. Por lo tanto, Kamara es a Salónica como los Despullats o el edificio de hacienda son a Tarragona. Debajo del arco o en algún banco la novia espera al novio, la pandilla a Kostas o las niñ as a Anastasía.
Justo enfrente, al cruzar la calle, nos metemos en Navarinou. Se hace difícil asemejarlo a algo conocido. Es una plaza como las de aquí, es decir, tiene más de rambla que de plaza. Por el suelo y el color de las baldosas uno parece pasear por Sant Agustín. A medio camino entre Kamara y el mar encontraremos las ruinas del Palacio de Galerio. “Todas las ruinas se parecen”. Lo que cambia son los materiales. Uno contempla lo poco que queda de ello y se queda ensimismado con los mosaicos, maltratados por el tiempo, que debieron ser espectaculares en épocas pasadas.
Más allá de Navarinou, el mar. Cuando uno llega al gigantesco paseo marítimo de Salónica, le da la impresión de escapar del barullo. Es muy grande y muy tranquilo. Incluso se respira mejor. No hay vallas que pintar y los coches no pasan de la Avenida Nikis, aunque siempre hay el que irrumpe. Es la rambla de Salónica paralela al mar. Ni siquiera el agua, sucia y puerca, no impide que uno se sienta allí un poquito más libre. Es un paseo marítimo que se puede asemejar a muchos otros. Destacan sus dimensiones y su planicie. En verano los barcos te dan una vuelta por el golfo como lo hacen las golondrinas en el puerto de Barcelona, por ejemplo. También hay algunos que se ganan el jornal paseando a turistas en un coche de caballos, como en Sevilla, pero “a lo pobre“. También hay un pequeñ o trenecito que da una vuelta por el paseo, más pensado para los niñ os que para otra cosa, aunque formalmente es el Trenet turístic de Tarragona, claro.
Siguiendo en dirección opuesta a Aristóteles, uno llega hasta un hotel de nivel, el Makedonía Palace, con su piscina y sus terrazas, que recuerdan a los buenos de Salou. Lo curioso es que teniendo los inquilinos el agua del mar tan cerca, tengan que hacerlo en la piscina, porque no es potable. Un poco más allá hay un restaurante redondo, amplio y limpio, donde los cocineros cocinan de verdad. Me vino ligeramente a la memoria el Aquelarre se Subijana, más por la amplitud que por otra cosa. Porque la ubicación y las vistas del Aquelarre son insuperables. Lamentablemente, todavía no he degustado plato alguno ni allí ni aquí.
Un bonito parque con chiringuito funcional de esos de toda la vida, nos recordará a tantos otros similares donde los peques de la casa juegan a la pelota y corren por correr.
Un poco más allá, la cafetería más “in” de la ciudad. El que quiere lucir chapa o modelito, va al Interni. Para llegar uno tiene que pasear hasta una obra de arte que consiste en un montón de paraguas alineados bastante curiosa.
La terraza del Interni es descomunal. En verano aquello parece la pasarela de Milán. Hay mesas y sillas de varios tipos, así como velas y otros motivos decorativos muy llamativos. Investigando, uno llega a una piscina, que me recuerda a esas que salen en las películas de Harry, donde generalmente acaba habiendo matanza. Ni en Beverly Hills, oiga. Gente bien, amable decoración, amplitud, tranquilidad, buenas vistas… Belleza, al fin y al cabo. Además es restaurante. Cuando el frío cierra la terraza, uno tiene que meterse dentro. Entrando por el lado de la calle, hay aparcamiento con aparcacoches si así lo deseas. Una caja de cohíbas metidos en otra que los guarda a la temperatura indicada para una mejor conservación, le da a uno la bienvenida.
Hacia el otro lado del paseo y cruzando la calle, un frondoso parque que nos recordará a alguno de los que hayamos visto, aunque más pequeñ o. Justo en una de las entradas, el amigo Filipo nos saludará hierático. A lo largo de toda la ciudad, uno va chocando con esculturas de diversos tipos, formas y colores. Así, en el mismo paseo marítimo está la imponente estatua de Alejandro Magno a caballo. Y nos vienen a la memoria algunas esculturas ecuestres conocidas. Como el caballo solo se sujeta en sus patas traseras, uno parece estar viendo al Conde Duque de Olivares, que ha salido del Museo del Prado ha darse una vuelta.
Hay muchas esculturas que homenajean a militares que defendieron el país durante la guerra, como también las hay allí, y alguna que otra escultura que uno no sabe muy bien qué es, que conmemora alguna fecha señalada.
A parte de la de Alejandro Magno y la de Filipo, las otras dos más destacadas son las de un tal Aristóteles y las de Venizelos. La primera da nombre a la plaza más grande y bonita de la ciudad, y la segunda homenajea al ilustre ex primer ministro, al que se le dedican calles, avenidas, plazas, estatuas e incluso aeropuertos como el de Atenas. Físicamente y a causa de la barba, nos recordará de lejos al general Prim, a Lenin o a tantos otros generales que lucharon en nuestra Guerra Civil. Eleuterio está de pie, blanco como la nieve, dirigiéndose a la plebe a la que parece querer decir alguna cosa. Mira hacia el mar y protege el Parc de la Ciutat, que aquí le llaman Plaza Dikastirion.
“Aristóteles es el yayo Virgili“. Ambos sentados junto a la Rambla, sabios, que parece que vayan a estar ahí siempre, tomando el aire y filosofando. Con todo, el yayo Virgili, en su pequeñ ez, es mucho más cercano y entrañ able. Por el contrario, las dimensiones de la escultura del gran Aristóteles lo hacen más frío, alejándolo del carácter humano del anterior y acercándolo al de un dios.
Encontraremos muchas otras estatuas de religiosos, monjes, curas o popes que han dejado huella en el país o en la ciudad. Al extranjero le parecerá que esta viendo al mismo pope en todas ellas, porque visten igual y llevan las mismas barbas. Y al cruzarse uno con cualquier cura o monje por la ciudad, creerá que es el de la escultura de Santa Sofía, que ha cobrado vida. Si al pare Pere se le pone birrete y túnica negra de esas, pasa por pater Petros, Teodoros o Pablos.
La Torre Blanca (Λέυκος Πύργος): conocida también como Pirgo.
Golfo Térmico (Θερμαικός Κόλπος): el golfo de Salónica.
El pirulí: edificio muy característico de Madrid, que tiene forma de cohete, donde se halla Televisión España.
Expro Reus: conocida feria de muestras que anualmente se celebra en Reus.
Alexandrio (Αλεξάνδριο): legendario pabellón donde juega el Aris de Salónica.
Feria Internacional del Comercio, que se celebra la primera quincena de septiembre.
Kamara (Καμάρα): uno de los símbolos de la ciudad, en el cruce entre Egnatia, Navarinou y justo enfrente de la Rotonda. Del 303 d.C. se construyó para celebrar las victorias del emperador sobre los persas.
Els despullats: estatua que sirve de lugar de encuentro justo en el centro de la Rambla de Tarragona.
Navarinou (Πλατεία Ναβαρίνου): una de las plazas de la ciudad, céntrica junto a Kamara.
Avenida Nikis (Λεωφόρος Νήκης): avenida que recorre el paseo marítimo de punta a punta y que continúa hasta no se sabe donde.
Trenet turístic: típico tren de escasas dimensiones que recorre los lugares más turísticos y conocidos de la ciudad durante el verano
El Aquelarre: restaurante de lujo situado en algún lugar de Monte Igueldo.
Subijana: A Pedro Subijana, amo del restaurante y cocinero de reconocido prestigio internacional, le reconocerán en seguida por su enorme mostacho, antes negro, ahora grisáceo.
Harry Kalahan, ¿ quién si no? Véase el inicio de Harry el Sucio, sin ir más lejos, o hacia la mitad de Harry el Fuerte, donde no queda ni el apuntador.
Filipo (Φιλίπος): Filipo II, padre de Alejandro Magno.
Aristóteles (Πλατεία Αριστοτέλους): nos referiremos más adelante a ella y a menudo sin el termino “plaza” delante.
Extraordinario cuadro de Velázquez que refleja la personalidad del protagonista y su grandeza.
Eleftherios Venizelos (Ελεφθέριος Βενιζέλος): gran personaje de la historia de Grecia, que fue primer ministro entre 1910 y 1935. Por “cercanía”, en ocasiones le llamaremos Eleuterio.
Parc de la Ciutat: o también Parc de Sant Rafael, justo detrás de la estación de autobuses de Tarragona.
Plaza Dikastirion (Πλατεία Δικαστίριον): entre Egnatia y Agiou Dimitriou. En su parte norte se encuentra el Ágora romana.
Yayo Virgili: ilustre personaje tarraconense al que la ciudad le quiso rendir merecido homenaje con una escultura que está situada en un banco de la Rambla, lugar que solía frecuentar.
Pare Pere: padre capuchino.
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