En cuanto a las iglesias, se hace difícil encontrar similitudes con otras que uno haya visitado o conozca, porque la arquitectura bizantina difiere bastante, en cuanto a formas, de la latina. Las semejanzas las encontraremos más con ciudades islámicas que con cristianas.
Agias Sofias es Santa Sofía de Constantinopla, ni más ni menos, aunque a pequeña escala. Por lo demás, muchas iglesias son similares entre sí, pero no a las de allí.
Al margen de lo arquitectónico, Agios Dimitrios correspondería, en lo católico, a alguna de esas iglesias del centro de las ciudades, donde, por su privilegiada posición, acuden multitud de feligreses. Como cuando los domingos en el pueblo no se cabía. Después de misa, a dar un paseíto por el parque para hacer hambre. Algunos de los curas me recuerdan al padre Matías, que llevaba barba y le recuerdo orondo. Porque aquí la gente va a misa, los curas imponen respeto y las mujeres visten falda larga. Conviene no perderse la cripta.
A ella acuden gentes de todas las edades y también monjes. El coro, en mi opinión, exagera sus intervenciones y no empasta las voces. Es un tipo de canto al que a uno le cuesta digerir. Como el de Benissanet…
Enfrente de Kamara está la Iglesia de la Virgen, cuyas escaleras me recuerdan a las del Padrino cuando se cepillan a don Varsini, no se porqué. Tal vez sean los escalones. Las demás iglesias están “hundidas” y siempre hay que bajar escaleras para visitarlas. Interiormente están muy decoradas, con muchas lámparas que ya quisieran muchos palacios, y muchas imágenes de santos. Hay horror vacui.
Por otro lado y ya que hablamos de iglesias, conviene nombrar los monasterios. Para llegar a ellos uno debe ir a zonas ligeramente montañ osas. En las cimas de las mismas, hallamos los monasterios, donde generalmente viven tres o cuatro monjes, alejados del mundanal ruido, que dedican su vida a la oración y a Dios. La gente va a confesarse allí. No puedo hacer otra cosa que pensar en Taizé cuando visito el monasterio donde tan amablemente nos recibe el padre Teodoro. La iglesia, el lugar donde la gente se pone a tocar la guitarra antes de que venga el go to bed, las campanas, etcétera. Debe ser como Taizé en invierno.
Si en Estambul la cantidad de mezquitas es innumerable, la de Salónica no le va a la zaga en cuanto a las iglesias. Encima, cuando hay celebración importante en alguna iglesia - bastante a menudo, por otra parte -, sacan los altavoces a la calle para que los de la cafetería de al lado escuchen el sermón. Y uno no puede hacer otra cosa que pensar en Estambul o en cualquier ciudad árabe, donde cinco veces al día se oye el rezo de los imanes.
Otras de las ruinas más conocidas las encontramos en el Ágora, el antiguo mercado romano. Cuando uno choca con algo romano, en seguida busca equivalencias. Tiene algo de teatro -tal vez el de Mérida chiquitito chiquitito-, de templo -el Partenón- y, por supuesto, de Roma, cerca del Coliseo.
Hablemos ahora un poco de algunos edificios paganos como la universidad. Salónica posee dos de las universidades más famosas y prestigiosas del país. La mayoría de los jóvenes quieren estudiar en alguna de ellas. La vida universitaria llena de vida las calles de la ciudad.
Los campus de las dos universidades, la Politécnica y la Aristóteles, están pegados. Un espacio amplio con jardines y plazoletas unirá los dos centros. En la Aristóteles destaca su edificio de entrada, que se ha quedado pequeñ o al lado de los mamotretos posteriores. Por su fachada, me viene a la memoria la Tabacalera e incluso el antiguo edificio de la facultad de letras de la URV. Al lado de este edificio está la escuela de griego, que me recuerda a la zona de los despachos de los profesores en la facultad de letras. Un lugar de dimensiones muy reducidas, con pasillos estrechísimos y escaleras peligrosas. La ucraniana de los tacones de palmo se cayó -era cuestión de tiempo con esas botas…- y se fracturó la muñeca bajando las mismas. Cualquier día me tropiezo con Eudald Carbonell de camino a algún seminario. Nunca olvidaré el pasillo del departamento de arqueología, donde los huesos y los restos se amontonaban en cajas fuera y dentro del lugar, teniendo que superar una verdadera gincana si querías llegar a tiempo a la clase de Medieval de España.
Los demás edificios son idénticos a la mayoría de universidades de hoy en día. Edificios enormes, rectangulares y llenos de ventanas. Sin ningún tipo de gracia. Recuerda uno cuando llega a la Diagonal, y a uno y otro lado divisa las facultades de la Universidad Autónoma. Feas, simétricas y monumentales. Al estar todas las facultades juntas, el campus podría ser Bellaterra, salvando las distancias.
Las noches universitarias son muy movidas. Como pasa en todas las grandes ciudades que poseen universidad, se produce un efecto imán. Los estudiantes que terminan el instituto y viven en pueblos, se ven atraídos por el encanto de la capital. Así, no es extrañ o que los trenes de última hora del viernes y los de primera hora de la mañ ana del lunes los ocupen, principalmente, estudiantes con sus maletas y carteras. Como pasa en los Cataluña Express de camino a Barcelona, sin ir mas lejos.
Como es ciudad universitaria, todo lo que vaya asociado a ello y que vemos allí, puede aplicarse aquí. Sin el encanto de Granada o Salamanca, en cambio sí que posee el espíritu reivindicativo de los jóvenes, los bares, las fotocopiadoras, las huelgas y la marcha. El problema, en este sentido, es que Salónica es muy grande. En cambio Salamanca, por poner un ejemplo, es “abarcable” a pie en su zona central.
Hay conciertos, manifestaciones, protestas, fiestas, etcétera. También hay muchos estudiantes que una vez dentro, parecen no querer terminar nunca la carrera. Se visten de negro, se dejan crecer el pelo y se ponen a fumar. Los hay en todas partes y a la que pueden, montan actos reivindicativos, conciertos subversivos y “decoran” la universidad. La suciedad y dejadez que uno ve al entrar en los edificios, es notable. Sin embargo, allí donde se estudian las carreras técnicas, las paredes están bastante limpias.
Otros dos lugares significativos son el museo arqueológico y el bizantino. “Todas las ruinas se parecen y todos los museos se parecen”. Los dos reseñ ados, así como el de la Torre Blanca, son modernos, funcionales y muy ricos. Nos recordarán zonas del Louvre, del Prado o de cualquier museo arqueológico que podamos recordar. Merecen ser visitados. Cuando a uno no le respondan las piernas y empiece a buscar bancos o a saltarse salas, no evitará pensar en que esa situación ya la ha vivido, principalmente en los dos museos anteriormente citados.
Un recinto curioso es el de la Nomarquía. Está cerrado al público y lo rodean una vallas. Se encuentra muy cerca del barrio de Kalamaria. Posee un jardín con frondosos árboles y cuidada vegetación, que vagamente nos transportará a la entrada de la antigua Universidad Laboral o a cualquier otro parque similar. Un edificio señ orial, prácticamente en el centro geométrico del lugar, nos dará la bienvenida. Desconozco si la casa se podrá visitar. Yo le llamo el Palacio de la Moncloa, claro.
Si uno decide darse un largo paseo, es recomendable visitar la zona del kastro, en la parte alta de la ciudad. El casco antiguo de la ciudad, siempre en altura, y el mar abajo, como en Tarragona. Tiras una pelota desde el Passeig de Sant Antoni y la tienes que ir a recoger a la Plaza de los Carros. Aquí la tiras en Agios Pablos y tienes que rezar para que no acabe directamente en el agua, junto a Pirgo.
Pues a lo que íbamos. Las murallas de la Kastra son las murallas de Tarragona y la torre, la Torre de l’Arquebisbe. El césped bien cuidado y la iluminación nocturna, harán que uno se sienta como cuando va al Camp de Mart y mira hacia la catedral. Sigue uno rodeando la muralla, pisando la Via de l’Imperi, y llega a la cima. Apenas hay alguna tienda para comprar recuerdos, como las de Toledo o Sevilla, y alguna cafetería encantadora. Las vistas desde cualquiera de las terrazas son inigualables.
Cuando uno se pone a echar fotos desde la torre, sólo piensa en Estambul vista desde la Torre Gálata. Uno no alcanza a verlo todo con la mirada. También vendrá a la memoria Barcelona vista desde el Puchet o desde la zona del Parque Gü ell, donde está la cruz. En vez de contar mezquitas, uno se pondrá a contar iglesias. Dentro del recinto, calles en sube y baja y algún restaurante acogedor.
Parecen restaurantes regentados por familias. Gozarán de terraza exterior y de un salón interior, cálido y agradable. Habrá leñ a y la jefa asando la carne. La ensalada quedará marginada en alguna esquina de la mesa, porque la carne, tostada y grasienta, pide paso. Algunos asadores como la Taula Rodona o el Pit i Cuixa ofrecen el mismo tipo de platos. Bueno, no. Los entrecot del Taula Rodona, no. Pero salchichas, beicon, pinchos y todo eso, ensartadito y tierno, sí. Incluso alguno dispondrá de música en vivo, más tranquila, agradable y buena que en Átonos. Cuando uno cene allí, después le costará dormir porque le entrarán esos sudores que a uno le dan cuando en Tarragona se va a cenar a las Bochas, sin reparar en gastos. Convendrá dar un paseo después de cenar, para que se aposente todo en su sitio.
Si no fuera porque las calles tienen bastante pendiente, son ligeramente más anchas y escasean las peatonales, uno pudiera creer estar en el casco antiguo de cualquier otra ciudad del mundo. Tiene mucho de Estambul, cuando uno sale de Gálata y se dirige al mar, o cuando se pierde entre callejones tratando de encontrar el Palacio Topkapi o la Mezquita del Sultán Ahmed.
Agias Sofias (Άγιας Σοφίας): de las iglesias más céntricas y populares de la ciudad. Del siglo VIII. Conviene detenerse a observar el mosaico de la ascensión de Cristo de la cúpula.
Agios Dimitrios (Άγιος Διμίτριος): la iglesia más grande de Grecia, dedicada al patrón de la ciudad, San Dimitrio. Destaca su maravillosa cripta y lo que queda de sus frescos y mosaicos.
Padre Matías: otro padre capuchino.
Horror vacui: horror al vacío, como en épocas del Barroco. Cargar las paredes de excesiva decoración para que no queden huecos vacíos.
Taizé: comunidad de monjes que viven en un monasterio que alberga también multitud de cristianos que van a orar en peregrinación. Situado cerca de Lyon y Cluny.
Go to bed: con este nombre se denomina al encargado de decir a los jóvenes que siguen cantando, que es hora de ir a la cama.
Tabacalera: antigua fábrica de tabaco, cuyo enorme edificio parece ser que algún día albergará el Museo Arqueológico de Taragona.
URV: Universitat Rovira i Virgili.
Eudald Carbonell: arqueólogo, escritor, catedrático y no sé cuantas cosas más. Premio Príncipe de Asturias por sus descubrimientos en la Sierra de Atapuerca, Burgos. Viste salacot, pantalones cortos y luce bigote.
Nomarquía (Νομαρχία): en lugar de dividirse por provincias, Grecia se divide en nomarquías, a la cabeza de las cuales está el nomarca.
Passeig de Sant Antoni: paseo situado en la parte alta de la ciudad, paralelo a las murallas. La Plaza de los Carros, por el contrario, está a nivel de mar.
Agios Pablos (Άγιος Πάυλος): la a estas alturas todavía inacabada iglesia de San Pablo, destaca por su privilegiada posición elevada y sus vistas a la bahía.
El barrio turco de la Kastra (Κάστρα) es del siglo XIX y se caracteriza por sus calles empinadas, estrechas, con escalones y casas de madera.
Torre Gálata: la torre más alta y espectacular de Estambul, que se levanta en media de un laberinto de calles, casa y gentes. No deben perdérsela. Sus vistas impresionan, aunque hay que subir un día que no haya niebla o calima.
El Puchet: parque situado en la zona norte de Barcelona, cercano a la estación de Vallcarca.
Las Bochas: restaurante argentino sito en la calle Vidal i Barraquer.
Taula Rodona: asador de la calle la Nau donde te ponen unos entrecot de padre y muy señ or mío. Servido en tabla y aderezado con verduritas, colma las espectativas de todo aficionado a los buenos manjares.
Pit i Cuixa: otro conocido asador de la ciudad donde sirven buena carne a la brasa, sito en la calle Cervantes, justo al lado del foro romano.