A veces tengo la sensación de que todos los griegos
fuman. En Grecia, el café y el cigarro
forman un matrimonio perfecto.
Aunque hace tiempo que entró en vigor la Ley Antitabaco
por la cual está prohibido fumar en recintos cerrados, raras veces se cumple.
Sólo hace falta darse un garbeo por cualquier zona de cafeterías para ver que
los ceniceros siguen ahí, quietos, impasibles al paso del tiempo, pidiendo
ceniza.
Curiosamente, si a un fumador le pides que apague el
pitillo, lo hace sin rechistar. Es consciente de que está incumpliendo la ley y
de ahí el silencio.
Que el tabaco suba de precio, no impide que la gente siga
“malgastando” su dinero.
En Grecia el paquete se sigue vendiendo en el quiosco de
toda la vida, aquí llamado períptero.
Hay algún negocio especializado, más tipo estanco, que te venderá puros y
pitilleras a precio de oro, pero por lo general la gente de a pie compra en el
quiosco.
Se
pueden conseguir cajas o paquetes de contrabando sin ningún problema. No hace falta viajar a Andorra, ejem... a Bulgaria. Las
transacciones se producen a plena luz del día sin que las autoridades hagan
absolutamente nada.
En algunos perípteros
se han llegado a vender cigarros a granel.
Una manera como cualquier otra de afrontar la crisis.
Nunca he sido fumador, aunque tampoco soy un
antitabaquista radical. Sin embargo, reconozco que cada vez me cuesta más
entrar en un bar donde se fuma. En Grecia lo llevo claro porque todo sigue
igual.
Los hosteleros montaron en cólera en España los primeros
días, pero con el tiempo amainó la tempestad. Ahora la gente que quiere fumar,
lo hace a las puertas del local y ya está. En el país heleno no se ha pasado de
la primera fase. Los propietarios de bares y cafeterías no respetan la ley
porque probablemente perderían toda la clientela. A pesar de que el Gobierno ha
amenazado con multar a aquellos que no cumplan la ley, los pocos inspectores
que hay hacen la vista gorda.
Grecia es el país de Europa donde más se fuma. Cualquier
sitio es bueno para echar una calada: dentro del coche, en el pabellón de
baloncesto, en un rincón del hospital junto a una ventana, en el colegio, en el
pasillo de la universidad, etcétera.
En el cafeneio
fuman los abuelos mientras se toman un ellinikó,
en las grandes cafeterías lo hacen los jóvenes en las terrazas y los marchosos
abusan del tabaco en las discotecas o en los bouzoukia.
Para muchos griegos, fumar es un pasatiempo más.
Encenderán un cigarro tras otro al tiempo que sorben el expresso freddo y hablan por hablar. Tanto tabaco y tanto café no
puede ser bueno. ¿Tendrán algo que ver con ello los repentinos cambios de humor
del ciudadano griego medio?