Escribí
hace más de un año sobre la primera pata de Chalkidikí aquí y
sobre la isla de Amoullaní, que está en la tercera pata, aquí.
La
península de Sithonia es la segunda pata de Chalkidikí. Mucho menos
masificada que la primera, es mucho más atractiva para el turista si
lo que se busca es tranquilidad y playas más salvajes. Sin embargo,
recomiendo a los viajantes que no se encanten puesto que el cemento
amenaza con ocuparlo todo. Para ver la península en su totalidad se
recomienda un mínimo de una semana o incluso más. El coche es
obligatorio y la posibilidad de alquilar alguna barca tiene que ser
considerada, porque facilita el acceso a algunas de las playas.
Dos
recomendaciones antes de entrar de lleno en la faena:
- Chalkidikí es una zona puramente costera. Hay poquitos pueblos pintorescos aunque diría que son mejores los de la primera pata, Kassandra. Sithonia es más de sol, playa, apartamento, arena y paz.
- Sithonia se disfruta en verano, pero hay que tener mucho cuidado con el sol. El calor puede llegar a ser excesivo y por eso recomendaría no viajar en agosto.
Desde
Salónica a Sithonia hay una hora y media en coche más o menos,
dependiendo del tráfico y de posibles despistes. Solamente hay una
carretera desde la gran ciudad pero es fácil perderse por lo mal
señaladas que están las direcciones. Casi sin darse cuenta uno
puede acabar en Potidea o dentro de la primera pata porque el cruce
es complicado de ver la primera vez.
Hay
varias opciones para quedarse en la zona, aunque esta vez elegimos la
costa este, concretamente en un lugar llamado Vourbouroú. En realidad no es ni siquiera un pueblo,
sinó más bien una urbanización que vive del turismo familiar. Es
una zona bastante tranquila en comparación con otros lugares dobde
los grandes hoteles se llenan cerca de Nikití. Para llegar allí hay
que desviarse después de Nikití y seguir las indicaciones, con
cuidado de no pasarse porque hay que coger una carretera secundaria
desde la principal que continúa hacia el sur.
En la
semana aproximada que estuve tuve la oportunidad de ver gran parte de
Sithonia, aunque me faltó la punta de abajo, donde destaca Porto
Koufo y las playas/pueblos de Kalamitsi y Toroni. Calculo que entre
unos 20 y 30 kilómetros de costa. Debemos tener en cuenta que en un
día podría hacerse la vuelta entera a la península sin problemas,
pese a que por momentos la carretera deja bastante que desear.
Cualquier
lugar es bueno como centro de operaciones, en la costa este Vourbouroú o Sarti, más al sur, o en la oeste Neos Marmarás, justo
en el centro. No importa porque las distancias son cortas y la
sensación de estar en una isla salvaje es grande, con lo que
cualquier rincón puede ser un objetivo. Son pocas las playas en las
que hay olas y por eso apenas hay zonas de costa abruptas. El Egeo es
una enorme piscina.
La
playa de Karydi es una de las más conocidas de Chalkidikí y se
encuentra en el mismo Vourbouroú. Destaca su arena casi blanca, sus
rocas redondas y sus pinos. Ideal para los niños porque la
temperatura del agua es buena y no hay olas ni corriente alguna.
Mantiene todavía su belleza natural a pesar de estar siempre llena
de turistas. Recomiendo ir a las seis o a las siete de la tarde,
cuando el sol baja.
En la
misma urbanización pero más allá de Karydi siguiendo la carretera,
entraremos en otra urbanización que según tengo entendido pertenece
a la Universidad de Salónica. Allí hay otra playa, creo que
oficiosamente llamada “de los profesores”, mucho menos transitada
aunque no tan buena como la anterior. Sopla el aire porque es una
zona abierta y hay piedras traicioneras al entrar al agua.
La
oferta gastronómica en Vourbouroú no es muy amplia y apenas hay una
pizzería y alguna taberna. Las familias que veranean allí suelen
comprar en el supermercado y cocinar en el apartamento, que además
goza de jardín comunitario a veces con vistas al mar.
Cualquier
punto de la geografía costera es accesible al mar, con lo que uno
puede meterse al agua desde el bar, el hotel o la playa. Las costa es
infinita y está llena de barcas amarradas frente a los hoteles, que
pertenecen o están alquiladas por los clientes. Durante el día o la
tarde suelen embarcar y marcharse a recorrer mundo. Uno tiene la
sensación de poder llegar en barquita hasta el Monte Athos, que se
divisa imponente desde muchos lugares de la franja. Harían bien en
no precipitarse, porque está bastante más lejos de lo que parece.
Para
ello hay que coger el barco en el pueblo de Ormos Panagias, a escasos
quince kilómetros de Vourbouroú y unos diez de Nikití. Nos
cobraron veinte euros por cabeza y la travesía fue larga. Las
agencias que te venden los billetes tienen lugar de párking para
dejar el coche. Coger una de esas barcazas decoradas a la vieja
usanza se agradece y rompe la rutina de tanta playa y tanta arena.
Desde el puerto las embarcaciones cogen la diagonal hacia el sur en
busca de la punta de abajo de la tercera pata. Uno se da cuenta
entonces de que la distancia entre “las pinzas” es notable. Una
vez que se llega a la parte sur de Agios Oros, el barco gira y
remonta la costa oeste en dirección a Ouranópolis. Por el megáfono
van anunciando los monasterios que van pasando por delante de
nuestros ojos. El barco se inclina ligeramente porque todos los
tripulantes empiezan a tirar fotos desde el mismo lado. Porque aunque
en la urbanización de Vourbouroú se vea poca gente, al “crucero”
se apunta todo el mundo, incluyendo turistas llegados desde el otro
lado en autobús. Merece la pena y es una de las pocas opciones que
tienen las mujeres para ver de cerca Agios Oros -recordemos que
tienen prohibido el acceso-.
Tras
comer en Ouranópolis, pueblo más cercano a la entrada de la tercera
península, el barco regresa ofreciendo todo tipo de atracciones para
el viajero. Hay música, baile y algún pirata que nos hace la vuelta
más amena. Se agradece porque el viaje en sí es un poco monótono. Como
también se agradece el poderte bañar en el mar tan cerca de la
habitación. Cada tarde, antes de la cena, remojón agradabilísimo.
La
costa oeste hasta Porto Carrás ya la conocía. En el cuello de la
botella y no todavía dentro de la poenínsula propiamente dicha está
el pueblo de Nikití, con sus playas, sus hoteles y sus
construcciones. Ha crecido y seguirá haciéndolo gracias o por culpa
de su privilegiada situación estratégica, zona de paso hacia la
tercera pata y cruce de caminos entre las dos carreteras. Hay hoteles
de categoría y playas infestadas de gente hasta donde llegan incluso
bañistas de Salónica. Domingueros pura cepa.
Playas
de notable belleza como Kaolgraia, el Paraíso o la de los Olivos
bien merecen un baño, aunque yo elegí de nuevo la de Agios Ioannis, bastante cerca de Neos Marmarás. Tranquila, ancha, grande
y con amplia zona de párking hará las delicias de los bañistas
“piscineros”. Es una infinita piscina también.
Neos
Marmarás conserva parte de su belleza natural en la zona del puerto,
donde hay tiendas y tabernas encantadoras. Es considerada la capital
de Sithonia y prácticamente la última localidad con ciertas
infraestructuras hasta Toroni o Porto Koufos. Poco después del
pueblo se encuentra el puerto privado de Porto Carrás, donde hay
hoteles de lujo, playas privadas, campos de golf, casino, etcétera.
Yates, catamaranes y veleros que pertenecen a rusos, búlgaros o
serbios adinerados duermen allí todas las noches. Desde luego, allí
de todo menos crisis. Me queda por visitar la zona sur de Porto
Carrás, una de las más bellas, aunque espero poder hacer alguna
incursión dentro de poco.
De
nuevo en la costa este de Vourbouroú merece la pena seguir hacia el
sur para bañarse en Armenitsi, en Sarti o en Skala Sikiás. Sin
olvidar la playa salvaje de Kabourotripes, entre Sarti y Armenitsi, de
difícil acceso y que apenas tiene arena junto al agua. Apenas un
beach bar abarrotado que ha inundado de tumbonas el rincón. O te
apalancas en las rocas o te calzas los zapatos de agua y bajas
directamente al mar desde el coche. Uno de los tesoros de Grecia
bañado por aguas cristalinas y rodeado de rocas redondas de formas
oníricas. Aunque para variar no está bien señalada en la
carretera, sería imperdonable no bajar a verla. Lo peor es que los
hippies se han ido adueñando de rinconcitos y no los abandonan en
todo el verano. Se ven tiendas de esas de motañeros.
Como
está todo mal señalado, es casi imposible no saltarse alguna playa
de las muchas que hay, por eso a veces pienso que sería mejor tener
una barca e ir haciendo paradas. Sarti es un bonito pueblo que está
casi a dos horas de Salónica y que merece la pena. Hay buena oferta
lúdica de restaurantes y cafeterías, así como mercado barato de
alguiler que no dudan en aprovechar los jóvenes. La playa es
espectacularmente grande, aunque en seguida te hundes. El agua está
más fresca y sopla el aire ligeramente porque cada vez nos vamos
acercando al sur. El Monte Athos parece que lo puedas tocar. Hay
turistas y posee vida.
Si lo
que se quiere es más tranquilidad, conviene conducir diez minutos
más hasta Skala Sikiás. El pueblo Sikiás que está en el interior
no vale nada, así que directamente iremos a la costa. Se come bien y
el agua está estupenda. Además, es tan grande que uno parece que
esté solo. Muy recomendable porque no está nada masificado.
Como
se ve, una península básicamente veraniega donde todo está
relacionado con el mar y la costa. Quizás el único pueblo un poco
alejado de ésto sea Agios Nikolaos, que se halla en dirección a
Ouranópolis por la carretera. Un lugar en el que vive gente durante
el invierno, para entendernos. Los otros prácticamente mueren con el
final del verano para resucitar nueve o diez meses después.