Las mujeres griegas llevan botas incluso en los días más
calurosos o, en su defecto, zapatos de tacón. Usan pantalones ajustados. Lo más
ceñidos al cuerpo posible y a veces diría que un número más pequeño de la talla
correcta.
La griega lleva falda larga en la iglesia pero corta
fuera de ella. La minifalda, los leotardos gruesos oscuros y las botas forman
uno de los conjuntos más vistos. En verano, la época del año menos “elegante”,
enseñan sus encantos sin pudor alguno o se ponen vestidos floridos de una pieza.
Se ven zapatos abiertos pero con suela de esa que las hace más altas.
La griega usará siempre gafas de sol, incluso en los días
más nublados o dentro del autobús. A veces las llevarán colgadas en el pelo
todo el día sin utilizarlas; un complemento como otro cualquiera. Muchas de las
gafas que llevan pasan de 250 euros. Los enormes cristales cubrirán media cara.
Se ven muchas mujeres teñidas de rubio, a veces rozando
el blanco, a imagen y semejanza de las tontas que salen en la televisión. Me
dicen los propios griegos que se tiñen y usan tacones para llamar la atención
al entrar en un bar. Un poco como cuando entra el forastero en una cantina de
Tombstone: ruido de botas, silencio, miradas y una profunda calada.
Debo decir que al principio te sorprende ver a tantas
rubias por la calle, pero luego te acostumbras e incluso te das cuenta de que
no hay tantas. Son blancas de piel, a diferencia de las turcas o las españoles.
Las griegas se maquillan exageradamente. También las
jóvenes. Se pasan. Son coquetas. Las tiendas que venden productos de belleza,
perfumes o cremas suelen estar llenas. Frecuentan la peluquería e intentan
vestir a la moda. Invierten mucho dinero en su aspecto físico y se cuidan
mucho. El exceso de maquillaje se nota. Pero como en las presentaciones hombres
y mujeres se dan la mano, no hay riesgo de quedarse pegado.
No soporto que muchas de ellas masquen chicle. Es
estéticamente molesto y no casan con el tabaco. Puej. La griegas que fuman lo
hacen a imitación de las actrices de cine. La niñas crecen viendo a la gente
fumar y por eso acaban fumando también.
¿Son guapas o feas las griegas?
Pues hay de todo como en todas partes. La diferencia
principal con otros países es que se arreglan más. La que no veas peinada, no
será griega. Claro que cada vez se ven más universitarias dejadas, influencia
de lo que ven en otros sitios. Luego comentaré este detalle, que en los hombres
es mucho más exagerado.
En cuanto al carácter, son cotillas como las españolas
pero mucho más inocentes. En esto España se lleva la palma, sin duda. Diría que
el cotilleo de las griegas es más light aunque les gusta mucho. No sólo
comentarán lo que hacen las pedorras de la tele, sino también el comportamiento
de vecinos o amigos.
Son más creyentes que las españolas. El contraste entre
las que van a la iglesia y las que no es grande. En este sentido, hay bastante
hipocresía. La gente se casa y bautiza a los niños porque la sociedad lo
requiere.
El griego casi nunca es puntual a sus citas. Ni siquiera
si éstas tienen un carácter oficial o profesional. En realidad, muchas veces es
la propia autoridad la que llega tarde, el propio negocio el que abre cuando le
parece o el mismo jefe el que aparece al cabo de una hora con su café en la
mano. Ante todo, mucha calma. Parece que les dé igual o no les importe el amigo
o el cliente. Ver como se acumulan viejecitos en la cola del banco para cobrar
sin que haya nadie en la ventanilla me pone de los nervios. Con toda la
parsimonia del mundo el cajero se sentará en la silla para realizar su trabajo.
En Grecia no es el cliente el que tiene la razón.
A mí me molesta enormemente la impuntualidad, sobre todo
si tengo cosas que hacer después de la cita. El griego -o la griega- saluda
como si no hubiera pasado nada y ya está. No entiende que el ser impuntual sea
algo malo o descortés. No en vano, se sentará cuatro horas en una cafetería
para conversar si es necesario. Los que tenemos costumbre de tomar rápido el
café o la cerveza para luego ir a otro bar, lo llevamos claro.
A los amigos se les perdona todo, pero cuando los alumnos
llegan tarde todos los días hay que actuar. De lo contrario, se te suben a las
barbas. Pero cuesta hacerles entender que la seriedad de un país empieza por
estas pequeñas cosas.
Leí en una guía que los griegos no son puntuales por
considerar que eso es cosa de ingleses o alemanes, imagino que por no querer
dar la imagen de demasiada seriedad o rigidez. A una cita se va con calma o no
se va. El reloj se aparta.
La diferencia con España es que aquí se queda
directamente en el bar y uno puede tomarse una caña mientras espera. O un café
y leer el periódico. El tiempo pasa más deprisa. Llevo tiempo intentando exportar
esta costumbre, pero no hay manera. Para empezar, si se te ocurre pedir una
cerveza o dos mientras esperas, se te va el sueldo. Hay locales en los que te
clavan 4 euros por una mediana. Y un café casi lo mismo. Además, no es plan de
empezar a meterse cafés a destajo. Pero lo que me saca de mis casillas es que
la persona que llega tarde elija el sitio adónde ir. Que haya llegado tarde no
implica que no tenga poder de decisión a la hora de elegir lugar. Aunque
repito, para ellos no es considerada la falta de puntualidad algo malo. Ni por
asomo. Acabas acostumbrándote e incluso contagiándote, como pasa con otras
cosas.
El joven griego es “europeo” en el sentido más amplio de
la palabra. Viste ropa cara, lleva gafas de sol de marca, utiliza las nuevas
tecnologías y más o menos está pendiente de lo que ocurre en el mundo.
Personalmente considero que los estudiantes griegos son espabilados e
inteligentes, lo que pasa es que se hallan en un país sin futuro y son muy
conscientes de ello. Critican al sistema pero a la que pueden se meten dentro
gracias a algún contacto. De charla agradable y tranquila, los griegos pueden
de repente volverse de lo más exaltados.
Es curioso y contradictorio que la juventud sea tan
inteligente y esté tan bien preparada cuando el sistema educativo de las
escuelas sea tan malo. Se enorgullecen de contar con un sistema de enseñanza
gratuita, pero pagan matrículas desorbitadas en academias privadas. Me
atrevería a decir que más del 90% de los alumnos pisan centros privados de
enseñanza, que son los lugares donde realmente aprenden.
Por lo general, el griego es un gran conversador.
Intentará convencerte de algo razonando detalladamente sus argumentos. Los
universitarios están “conectados” permanentemente y conocen el medio en el que
viven. Pierden las formas al hablar de fútbol, pero por lo general son muy
agradables. Las personas mayores no son una excepción. Te darán explicaciones
casi sin pedirlo y se interesarán por ti si se enteran que eres extranjero.
Los griegos conocen muy bien su historia y se refieren a
ella constantemente. Sus referentes son Alejandro Magno, Hércules, Aristóteles,
Pericles, etcétera. No hay personajes de la historia reciente de Grecia de los
que se enorgullezcan. Kolokotronis, al que metieron en la cárcel, y Pablo
Melás, al que asesinaron, son otros de los héroes que tienen muy presentes.
Están orgullosos de haber sido los creadores de la Democracia pero a la vez son
conscientes de que se la están cargando. Hay mucho sentimiento antiturco
todavía y en la prensa salen noticias sobre el país vecino constantemente.
A los varones les gusta ir bien vestidos, pero no a
todos. Muchos jóvenes prefieren ponerse el chándal por eso de la comodidad que
yo nunca entenderé. Lucirán barba de quince días y aparentarán ir descuidados.
Los hay a los que les encanta aparentar dejadez, como si
el físico no les importase un pimiento. El pelo cuidadosamente despeinado y la
pinta de andrajoso encaja dentro del recinto universitario. Las cafeterías
cercanas siempre estarán llenas y se moverán al ritmo que marquen los dados,
puesto que todos los griegos juegan al backgamon. También juegan a las cartas y
al ajedrez. En todos los bares encontraremos juegos de mesa de todo tipo para
pasar el rato de manera entretenida mientras se bebe el frappé.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que el frappé es el
café del turista, del novato o del currante que se lo lleva en la mano. El
griego toma expresso frío y otras cosas, dependiendo de la hora. Cuesta
acostumbrarse a beber cafés de dimensiones considerables a la una de la tarde
cuando el cuerpo pide cacahuetes y cervecita.
Todos los griegos fuman. Son ágiles a la hora de liar
pitillos y enlazan un tras otro hasta la hora de comer. Se sigue fumando en
muchos locales cerrados, aunque las autoridades cada vez controlen más. No sal muy
rentable hacerte fumador en Grecia porque el paquete de marca está carísimo. Claro
que no es muy difícil conseguir tabaco de contrabando.
El griego es muy machista fuera del ambiente familiar,
pero de puertas a dentro pinta más bien poco, porque es la mujer la que lleva
las cuentas, cocina y manda. No os dejéis engañar por las apariencias: la
sociedad griega es matriarcal.