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domingo, 3 de enero de 2016

Grecia un año y medio después.


Viajé a Grecia un año y medio después de mi regreso a España. Me lo pasé en grande y me puse hasta las cejas, porque fui de vacaciones, así que tampoco tuve la oportunidad de mezclarme mucho con la gente para ver qué se cuece. Sin embargo, por conversaciones mantenidas con familiares y alguna que otra excursión, he podido sacar las siguientes conclusiones.

El país no avanza. Siguen las mismas obras a medio hacer –el metro de Salónica ahora dicen que terminará en 2020-, las carreteras están cada vez peor –baches y falta de iluminación- y las ciudades están que dan asco de sucias.

La gente no sonríe por la calle. Sin duda, es lo más triste de todo y lo que más ha llamado mi atención. La tristeza se palpa en la cara de la gente. A pesar de haber estado allí en Navidad, que es cuando el país sale a celebrar la fiesta a la calle, no he visto la alegría de otras veces. Había bastante menos parrillas asando carne entre los coches.

La política de “seguidismo europeo” de Tsipras, que es casi la misma que la de los otros partidos años atrás, no le quitaría la presidencia si hubieran hoy nuevas elecciones. Alexis volvería a ganar a pesar de que Grecia va de mal en peor. Los votantes se han cansado de los partidos tradicionales, más preocupados en peleas tribales –primarias en Nueva Democracia- que en hacer oposición. El SYRIZA tiene problemas gordos dentro del partido y algunos diputados se han pasado al grupo mixto, pero de momento aguanta porque la oposición es nula. Eso sí, tratándose de Grecia, todo es posible.

Los emigrantes que de verdad se querían ir, ya lo hicieron. En Grecia se han quedado los jubilados, los estudiantes y los que tenían ya un buen trabajo antes de la crisis. No hay nadie en Grecia que no tenga colegas en Alemania o en otro país de Europa o Estados Unidos.

La gente ahora pasa bastante de la política. No toma en serio a los políticos porque saben que venderían a sus padres por un plato de sopa. A los griegos les ha costado entender que todo es una gran mentira. El referéndum de Tsipras y lo que pasó después les abrió los ojos. Noté cierta resignación. La gente de a pie desconfía tanto de los políticos como de los sindícalistas o de los que se manifiestan cada dos por tres. ¿Dónde se ha visto que el Gobierno apoye una huelga general? Son los mismos perros con distintos collares. Si los recortes previstos por el SYRIZA para 2016 los plantease Nueva Democracia o el PASOK, temblaría Atenas. En el fondo, Tsipras sólo cumple órdenes, como antes lo hicieron Samarás u otros. Ya nadie discute el control de capitales.

Preocupación por el futuro. Parte de la juventud no encuentra trabajo y decide emigrar. Otra intenta alargar sus años universitarios haciendo algún máster o sacándose un posgrado. Algunos aprovechan para cumplir con sus obligaciones militares.

En resumidas cuentas, Europa avanza –más en unos países que en otros- pero Grecia no. Continúa el estancamiento. La mitad de las tiendas han tenido que cerrar y muchas de las que se mantiene abiertas apenas cubren gastos. Las cafeterías y los negocios de comida rápida griega siguen siendo los más rentables del país. Es muy curioso ver lo limpias que están las cafeterías y lo sucias que están las calles. El griego cuida la propiedad privada pero menosprecia la pública. Nadie respeta lo que es de todos. Ellos confunden lo de “es de todos” con “pertenece al Estado”. Recuerdo, para los que no me lean asiduamente, que para los griegos el mayor enemigo es el Estado, porque cobra impuestos, no ofrece buenos servicios, está podrido de corrupción y no protege al ciudadano.

A veces digo que ciertas situaciones que suceden en España me recuerdan a las ya vividas en Grecia –la imposibilidad de crear Gobierno ahora mismo, sería un ejemplo-, pero el día a día de la gente no tiene nada que ver, como tampoco el respeto por las obras públicas, el transporte, la limpieza y muchas otras cosas que no hacen otra cosa que facilitarnos la convivencia. En Grecia hay gente que sigue fumando en los cafés, perros con dueño que siguen cagándose en las calles, estúpidos que siguen sin respetar los pasos cebra e imbéciles que siguen pintando las estatuas más conocidas de la ciudad. España no es ejemplo de nada, pero todas estas cosas se notan y se agradecen cuando uno viene de Grecia.

Sigo pensando que Grecia debería salir del euro. No aguanta el ritmo. Se va quedando atrás. Veremos qué sensaciones me produce el país la próxima vez que lo visite.