¿Por qué negarse ante la evidencia?
Grecia está en quiebra desde hace cinco años o más. En bancarrota, palabra
tabú que no deberían tener miedo en pronunciar.
Grecia es un pozo sin fondo. Ingresa mucho menos de lo que genera y, de lo
que gasta, gran parte es dinero que proviene de la Unión Europea.
Grecia tiene que salir de la
Unión Europea y punto.
Tarde o temprano Grecia volverá a la palestra por otro tramo de deuda
impagado, protestas en las calles o un presidente nuevo. Los sucesivos
gobiernos helenos no han hecho otra cosa que poner parches, dejar pasar el
tiempo e intentar que Bruselas olvide y perdone.
Alexis Tsipras debió pensar que a grandes males, grandes remedios, y puso de Ministro de Economía a
un profesor universitario que daba charlas y escribía en un blog. Las
soluciones “imaginativas” –por llamarlas de alguna manera- propuestas por Varoufakis estuvieron a punto de
conducir las negociaciones a un callejón sin salida. A Tsipras le salió el tiro por la culata y tuvo que dar pasos atrás. Varoufakis dejó el Ministerio y llegó Tsakalotos, un sumiso que tuvo que
apechugar con todo.
El lamentable espectáculo de los seguidores de Tsipras celebrando el “no” de un Referéndum absurdo e incomprensible se le giró en contra al Presidente. Pocos días después de
aquello, Alexis se bajó los
pantalones y tuvo que aceptar prácticamente todas las condiciones impuestas por
Bruselas. ¿No esperaba Tsipras que
la Unión Europea se plantaría de una
puñetera vez?
El Presidente no había hecho
otra cosa que ir dando largas y no actuar. Las escasas decisiones que tomó no
suponían recortar gasto sinó todo lo contrario.
Curiosamente, Alexis Tsipras es
el líder más valorado en Grecia y lo apoya más gente que antes. Los griegos
consideran que ha plantado cara a la Unión
Europea todo lo que ha podido. Ha puesto por encima de sus intereses los de
la nación, y eso ha sido valorado por el pueblo. Parecen haber olvidado que Tsipras ha llevado al país al abismo,
aunque claro, viendo el resto de líderes políticos griegos, no hay de donde
rascar. Samarás dimitió tras perder
el Referéndum, Venizelos fue sustituido, etc... Se queman unos, son cambiados por
otros, aparecen familiares de los primeros, reaparecen viejos conocidos y
vuelta a empezar. La política griega es
la política de las castas familiares.
A nivel internacional, ya nadie se fía de Grecia, que además tuvo que
cerrar los bancos y sufre un corralito que nadie sabe cuándo terminará. El
control de capitales sigue, pero a los griegos no parece habérseles acabado la
paciencia: continúan acudiendo cada día al banco para sacar sus 60 euros, que
es lo máximo permitido.
Muchos griegos han estado sacando dinero del cajero desde el primer día de
corralito, con lo que ya acumulan en casa un buen fajo de billetes, porque no
lo gastan. Seguirán así hasta que no quede nada en su cuenta bancaria, claro.
Sigue habiendo miedo al Grexit y
a la vuelta al dracma, más aún cuando se dijo que Varoufakis tenía previsto un plan que incluía esa posibilidad.
Hace años que dije que Grecia debería salir del Euro y lo mantengo. Los griegos tienen otra manera de llevar las
cuentas, más a la antigua, con libretas, bolígrafos, pequeños sobornos, sin
tarjetas de crédito, en mano. Con su moneda, a su ritmo, con el turismo y
algunas reformas los griegos vivirían mejor, o por lo menos más tranquilos.
Incluso en los bares cutres de los pueblos los abuelos hablan de lo mal que van
las cosas. Que tampoco se engañen los griegos, el dracma no es la panacea, pero
sí la solución a muchos de sus problemas. El país no se hará rico, pero no
vivirá ahogado.
Sí, ya sé que he simplificado mucho y que habrá mucha gente que sufrirá un
patatús con el cambio al dracma, pero gran parte de la clase media lo agradecerá.
Es arriesgado, lo sé, pero para mí es la única solución posible. No por volver
al dracma el griego debe sentirse menos europeo que el alemán o el italiano.
Esperaremos acontecimientos porque los habrá. Grecia siempre vuelve. El Syriza ha quedado partido por la mitad
y Tsipras saca adelante las
votaciones gracias al apoyo de la oposición. No puede durar mucho.