La frontera de Bulgaria está a solo un par de horas de Salónica y se puede cruzar por dos sitios diferentes. Conviene salir pronto por la mañana porque las aduanas son como las de antes. Primero hay que cruzar la griega, que no suele ofrecer problemas si vas en viaje organizado, pero luego viene la búlgara, y aquí sí que pueden pasar cosas. Se forman colas enormes de coches, camiones y autobuses que esperan impacientes a que el guardia de turno les de paso. Un policía fronterizo pide los carnés a todos e incluso entra en el autobús a echar un vistazo.
Salimos muy pronto en viaje organizado por agencia. Creo que recordar que antes de las cinco ya estábamos en pie para bajar hacia donde nos recogería en bus. Como sucede en España con todos aquellos que van a la nieve a Andorra: madrugón del copón para llegar a primera hora y así aprovechar la mañana. Cuando llegamos a la frontera, los agricultores habían bloqueado la carretera, con lo que no se podía cruzar. Al parecer, de no habernos parado a desayunar, hubiéramos cruzado sin ningún problema. Y como nosotros, otros tantos autobuses quedaron en la misma situación. Nos llevaron a una especie de estación de servicio, donde había cafetería y supermercado. Los letreros estaban en búlgaro a pesar de no haber pasado la frontera todavía.
Un par de horas más tarde abrieron el bloqueo, pero como era de esperar la cola había aumentado mucho. Como los coches avanzaban muy lentamente, nos dijeron que podíamos cruzar a pie y esperar en una zona de descanso que había entre zona griega y zona búlgara. Y así lo hicimos.
Posteriormente, el bus nos recogió y cruzamos a Bulgaria después de que el aduanero mirase los carnés uno por uno. En el mío se detuvo unos instantes y me miró para comprobar la foto. Está claro que no se ven muchos españoles por ahí. El guía iba con carné francés, pero imagino que ya le conocían. No deja uno de sentir cierto nerviosismo en estos casos.
El paisaje de Bulgaria era desalentador: los campos sin cultivar, la tierra gris, escasez de árboles, etc… Sin duda, el río era lo más bonito. La carretera, aunque bien asfaltada, sólo tenía un carril en cada sentido, con lo que adelantamiento era casi imposible. Y aún así, vi algunos de los adelantamientos más salvajes y peligrosos de mi vida. Hasta el chófer se echaba las manos a la cabeza.
Pasamos por algún pueblo rural antes de llegar a Sandanski, uno de los lugares a los que van los griegos a comprar barato. Las casas de los pueblos se veían viejas, sucias y frágiles. Parecía que estuviéramos setenta u ochenta años atrás, cuando la gente pasaba hambre. En las afueras de uno de los pueblos pastaban algunas ovejas que también parecían sucias y hambrientas. Le cambia a uno la perspectiva que tiene de todo al ver ciertas cosas. La primera impresión de Bulgaria no podía ser peor.
Al cabo de una hora o quizás un poco más el autobús se desvía de la carretera principal que va a Sofía y se dirige hacia las montañas. La carretera se hace hueco entre los árboles y empieza a subir. El paisaje es típicamente montañoso, con riachuelos que siguen más o menos el curso de la carretera, nieve, árboles blancos, alguna casita y hielo. Por suerte, brilla el sol y en la carretera no hay restos de hielo, con lo que no se producen parones considerables. Al cabo de una media hora empiezan a verse los primeros hoteles, con los tejados cubiertos de nieve, que están cerca de un campo de golf. Aquello es otra cosa. Se nota que es zona de turismo y de dinero.
Las calles de Bansko son estrechas y el autobús circula con dificultad. Además, ahora hay nieve y alguna vez resbala. Con todo, el chófer parece no inmutarse y sigue como si nada. El autobús va lleno, pero no todos vamos al mismo hotel, así que para cuando nosotros le decimos. Llegamos casi cuatro horas más tarde de lo previsto por culpa del maldito bloqueo y la frontera. En hotel nos juntamos con unos amigos que habían llegado la noche anterior.
Los hoteles de Bansko son excelentes. En seguida entendía de qué iba la cosa: por la mañana a esquiar y por la tarde baño, sauna y masaje. Y así los tres o cuatro días del puente. Alguna escapada para hacer compras y comer especialidades del lugar, además de ir a la iglesia, es lo que también se precia. Desgraciadamente, yo no soy mucho de esquiar, aunque de haberlo sabido me hubiera preparado. La próxima vez será.
Todas las calles estaban nevadas y había coches totalmente cubiertos, con lo que intuimos que había nevado la noche anterior. Parte de la nieve se había hecho hielo en las aceras y debía uno andarse con cuidado para no resbalar.
El 95% o más de la gente que había ese fin de semana en Bansko era griega. ¡Incluso nos encontramos conocidos por la calle! El pueblo es pequeño aunque las calles principales, las largas, dibujan una ligera cuesta. Es difícil perderse aunque el paisaje nevado no ayuda a orientarse.
En Bulgaria la moneda es el lev, que más o menos equivale a 50 céntimos. Era todo bastante barato para nosotros, aunque imagino que un búlgaro no se lo puede permitir. Los y las recepcionistas, camareros y camareras, etc… hablan griego o lo entienden. Y si no, se manejan también en inglés. Los encontré bastante amables y serviciales, cosa que no me esperaba después del “recibimiento” en la frontera.
Como dije antes, los hoteles suelen tener sauna, jacuzzi, zona de juegos, gimnasio, etc… Puede uno hacerse un masaje pagando un extra y los hoteles más lujosos tienen piscina, claro. Está todo muy limpio y el servicio es bueno. Los masajistas se ganan bien la vida y van de un hotel a otro según el servicio requerido la noche anterior.
Conviene darse una vuelta por el pueblo, ir a la iglesia -si hay misa mejor-, patinar al aire libre mientras nieva y comer a la brasa. Nosotros fuimos a misa de domingo. Todo eran abuelas. Es curioso ver como, a pesar de ser ortodoxos también, cantan de otra manera. La iglesia por dentro también era diferente a la griega. Las abuelas iban “pobremente” vestidas, con pañuelo en la cabeza, falda muy larga, calcetines gruesos y calzado para la nieve. En todas las excursiones que uno hace por el extranjero deben visitarse las iglesias.
Un día comimos en un restaurante platos de la zona y me puse como un cerdo. Lo pasamos muy bien y comimos mejor. La comida en Bansko es buena y tienen variedad, siendo obligado meterse algo de carne a la brasa -cualquier tipo de carne- entre pecho y espalda. El hocico os guiará porque los deliciosos y encantadores aromas salen a la calle.
Los esquiadores se levantan prontito para evitar la cola. Desde la parte más baja se sube el teleférico hasta las pistas propiamente dichas. A hora punta la cosa se complica. Nosotros hicimos trampas y nos colamos con toda la cara. Hasta arriba del todo hay unos veinte minutos o quizás más. Las pistas están muy bien señaladas y la calidad de la nieve es óptima. Al parecer, algunos campeonatos de Europa se han celebrado allí. Como ya me ha pasado alguna vez -en Andorra principalmente- llego arriba y no sé muy bien qué hacer. Todo el mundo se calza allí los esquís y yo me quedo mirando embobado. Lo primero es buscar el bar para calentarse y hacer unas fotos. La verdad es que todo tenía una pinta estupenda: pistas, cafeterías, montañas, etc…
Y como no sólo de esquí vive Bansko, para los que les guste la fiesta también hay oferta. Hay muchos locales con música en directo y algunas discotecas.
Un día se puso a nevar mucho y la pista de hielo estaba casi impracticable. La nieve volvió a cubrir los coches que estaban aparcados.
Más o menos ésto es lo que dio de sí mi primera incursión en tierras búlgaras, un país que poco tiene que ver con lo que es Basnko, sin embargo. La próxima vez iremos mejor preparados y con la idea clara de lo que hay que hacer.
Para los que vayáis a Bansko:
- Madrugad y desayunad fuerte en el hotel. Los desayunos suelen ser bufete y puedes atiborrarte.
- Esquí hasta la hora de comer. Puedes unirte a un grupo con monitor aunque es bastante caro. Evidentemente, puedes también alquilar esquíes, botas y lo que quieras.
- Comer ligero en el hotel o cerca.
- Sauna, masaje, baño… Lo que uno desee.
- Cenar pronto -oscurece temprano- en alguno de los restaurantes búlgaros del lugar.
- Salir a tomar alguna copa a algún bar tranquilo o ir de juerga a la disco del centro.
También se puede ir de turismo a Bansko en verano, por lo que observé. La gente va a jugar a golf, a montar a caballo y a hacer trekking por el monte. Desde luego, es un lugar que merece la pena. A la vuelta nos pilló nieve aunque las máquinas la quitaron y no hubo ningún problema.